Más peligroso una cuenta en Twitter que en Suiza

Hoy usaré la palabra prohibida en mi trabajo: yo. Abusaré de la primera persona del singular. Sé que el periodista nunca es noticia, pero no hay alternativa. La fiebre ha llegado a las Islas, y aunque es inobjetable que un cargo público no puede ir por ahí suspirando por asesinatos e incluso por genocidios, está claro que se abrió la veda. Hoy es peor tener cuenta en Twitter que en Suiza. Moralmente, tengo que dar el paso: Yo confieso.

Una vez critiqué a Richotti

Lo hago con humildad, parafraseando a la inversa el Yo acuso de Emile Zola: Yo confieso. Una vez, en mi cuenta de Twitter, personal e intransferible, critiqué al escolta argentino del CB Canarias, Nico Richotti. Tras una derrota en Badalona y hablando en plata le pegué un viaje con mucha mala leche. Sé que la Inquisición anda con bríos renovados y de nada sirve, pero quiero disculparme de nuevo. Richotti no había hecho tan mal partido, no se merecía ese comentario y su trayectoria en el Canarias es sencillamente extraordinaria. Pero debo pagar un precio y seguramente seré excluido de tertulias deportivas y así. Como mínimo. Ojalá pueda seguir informando de ajedrez. Pero mi pecado es imperdonable: me equivoqué. A la hoguera de la opinión pública conmigo. Ahora eso es así.