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Cobiella Cuevas – Por Luis Ortega

Ultimo con prisa y nostalgia los detalles del mínimo equipaje porque, en vísperas de Bajada, los saltos interinsulares son obligados y frecuentes; reparo en el tórrido arranque del verano e instintivamente dispongo teléfono u ordenador para felicitar a los tocayos y, en el trajín, me topo con la carpeta que guarda, junto a los borradores de la letra, la fotocopia de la última partitura de Luis Cobiella y la laboriosa e inspirada transcripción de Inma Marrero, resuelta con tanto talento como amor; la uno a la pila de objetos pendientes y, una vez más, pienso en la celeridad con la que transcurren los lustros que marcan los fastos palmeros en honor de la Virgen de las Nieves. Por un merecido y reclamado homenaje, los números centrales de la fiesta -Minué, Carro, Enanos y Bajada- tienen la reconocible seña de autoría, porque el protagonismo de Cobiella Cuevas en estos fastos sólo admite comparación con los afanes pioneros de Poggio Monteverde y, desde la segunda mitad del siglo XX, por calidad intrínseca -hablamos de uno de los mejores líricos canarios y de nuestro mejor músico contemporáneo- y por la inteligente modernidad que actualiza y socializa el mensaje piadoso y libera de cursiladas, tules y naftalinas la tricentenaria tradición.

A dos años de su tránsito, recuerdo la alegría de la Noche de Enanos, las bromas chicas entre la broma sublime del número que nos define como pueblo, su sonrisa ancha y el rubor extremo de la satisfacción, su contagiosa expresividad resumida en una muletilla recurrente que nadie dijo como él: ¡qué gozada! Ante una agenda nutrida -con los numerosos elementos comunes de todos los lugares que celebran puntualmente sus números rojos- no hay mención explícita y enfática de la inteligente y poderosa autoría pero, ni falta que hace, porque cualquier espectador sensible, cualquier palmero con memoria reconocerá en cada verso, en cada compás, su inspiración y su generoso compromiso con la isla. Descontamos los días, querido tocayo, para ese jueves mágico que tiene como entorno feliz o forzado, empeños caros o voluntariosos, veladas costosas y baratos regocijos populares. La sorpresa no revelada que nos convoca será tal y como la pensamos, la soñamos y la construimos. “Baja la Virgen y bailan los Enanos”; o, al revés, bailan los Enanos para que baje la Virgen, que tanto monta. No hay definición más feliz que esa frase tuya que tendría que ser el frontispicio de un tiempo grande al que debemos proteger de intereses chicos.