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Cocaína exprés – Por Rafael Muñoz Abad

En 1562, un tal John Hawkins, armador, marino y pretérita figura de lo que a la postre se conocería como privateer, inauguró el comercio triangular atlántico. Navegar hasta Canarias, que ya era plataforma tricontinental, orar protestante en Adeje y con posterioridad, costear el África occidental en busca de esclavos que por la fuerza eran vendidos a los corruptos gobernadores españoles de Indias. El torna viaje se hacía cargado de mercaderías, siendo el mayor beneficio haber abierto las derrotas atlánticas para la Inglaterra de los Tudor. El negocio triangular evolucionó con la navegación, y de sus muchas variantes, la más oscura, pero que a Canarias de lleno le atañe, es el de la droga procedente de Sudamérica. Guinea Bissau es el paradigma de narcoestado. La carencia de un edificio estatal y la miseria le hizo atractivo a los tentáculos del narcotráfico, que apenas tuvieron resistencia para controlar en el gobierno y las fuerzas de seguridad. Bajo la metástasis de la corrupción, el estado desapareció y fue sustituido por los señores de la droga colombianos, mexicanos y sus lacayos locales. Sus calles, repletas de BMWX5, rameras y la versión guineana de los zombis haitianos, mejoran el escenario de cualquier videojuego.

La ausencia de control aéreo y marítimo permite la llegada de la droga en jets, pesqueros o discretos veleros. Es la escala previa a los mercados europeos. Posteriormente, una parte se conduce por tierra a través del Sahel y el vacío libio usando las rutas del tráfico de personas. La otra usa la conexión canaria. Remontar la costa africana usando buques nodriza o embarcaciones de alta velocidad hasta aproximadamente unas 200 millas al sur del Archipiélago; aprovechando con ello cualquier punto de nuestro generalmente mal vigilado litoral para desembarcar los fardos. Sólo de manera reciente y, más pasiva que activamente, España ha empezado a controlar sus costas en Canarias. En otras palabras, hemos sido un coladero para el denominado cocaína exprés. Lejos del alarmismo, no nos ha pasado nada serio por factores del azar. Un riesgo inaceptable dada nuestra cercanía a determinados focos calientes del islamismo en África.

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