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La emoción… y Pedro

Emocionarse es uno de los sentimientos más gratificantes que el ser humano tiene a su alcance. Esa sensación de poder ser testigo de algo bello, de algo justo, te embarga en un estado próximo al nirvana y hasta se te eriza la piel. Pero también la emoción te puede aparecer ante la tragedia, ante el dolor de otros. Es entonces cuando te aparece el llamado nudo en la garganta que te impide articular palabra, se te aguan los ojos y un temblor se apodera del labio inferior mientras intentas controlar la emoción. En ambas ocasiones te has emocionado y, sin embargo, son dos situaciones totalmente contrapuestas. Pedro desbordaba emoción por todos los poros de su cuerpo. Cuando se encontraba contigo se le iluminaba la cara, se le instalaba la sonrisa y te soltaba un torrente de palabras que de forma arrolladora te convencían de lo que te estaba contando. Fue emocionante ser testigo de verle tomar el camino de la lucha por la igualdad de los seres humanos. Y, a la vez, uno percibía que lo que te estaba contando, que lo que estaba haciendo, lo hacía emocionado. Fue emocionante verlo en sus intervenciones en televisión. Transmitía cordura, seriedad, convencimiento en la lucha que había emprendido. Y fue emocionante cuando empezaron a llegar las primeras victorias en las batallas que libraba. Todavía permanece en nuestra retina la imagen de un Pedro emocionado en la grada del Congreso de los Diputados, tras ser aprobada la reforma del Código Civil que permitía el matrimonio homosexual. También un Pedro emocionado el día de su boda con Jesús Santos. Me pareció emocionante cuando exclamó con rotundidad: “Yo, realmente, luché por mi dignidad, no para casarme”. La dignidad, Pedro. ¡Qué emoción! Ha sido emocionante ver cómo una parte de la Iglesia lo denostaba. Era una forma de darle la razón a su alejamiento de ella. Y ha sido más emocionante ver cómo otra parte de la Iglesia, la que está al lado de los pobres y los marginados, le ha hecho un reconocimiento público. Me emocioné en su capilla ardiente al fundirme en un abrazo con sus hermanos, con su marido Jesús o con Trinidad Jiménez, que era quien los había casado. Ha sido emocionante ver el emocionado homenaje que se le ha brindado en el Teatro Leal de La Laguna. Me lo ha contado mi hermano Fernando, que estuvo presente. Me dijo: “Los aplausos duraron tanto y fueron tan intensos que la emoción fue impresionante”. Me he emocionado dando mi firma, para que la plaza Vázquez de Mella, en el barrio de Chueca, en Madrid, pase a llamarse plaza de Pedro Zerolo. Me emocionaré cuando se le hagan reconocimientos similares, bien en La Laguna o en cualquier punto de las Islas. Ha sido emocionante conocerte, Pedro. Deja ver…