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En la soledad

Ocurrió una tarde anaranjada cualquiera, precisamente porque estas cosas pasan cuando menos lo esperas, rodeadas de la cotidianeidad más absoluta, sin grandes eventos, ni dramas ni celebraciones, solo normalidad y rutina. Justo cuando el sol se precipitaba horizonte abajo cedió el corazón. No hubo refugio en la noche inminente porque ya no había nada que arreglar. La razón acampó, afianzando su posición, firme y decidida a permanecer el tiempo que hiciera falta. La situación, a su juicio, se había descontrolado y eran necesarias medidas de urgencia. Fue entonces cuando la magia se escurrió por el sumidero vital, desapareciendo de un plumazo, ahogada entre los desechos de una existencia sin sentido. Volvió la cordura sembrando estabilidad, atando cada cabo que dejó suelto aquella loca sinrazón que había llenado de dudas y emociones los primeros días del incipiente verano. Pensó que era mucho mejor agarrarse fuerte al pasamanos que deslizarse por la barandilla; las posibilidades de romperse al llegar al descansillo son mayores.

Atrás debía quedar lo vivido, sepultado en un secreto mudo que solo evocaría en un recuerdo sordo. Jamás contaría que aquello había logrado desarmar su alma, descontrolando los sentidos, estremeciendo su cuerpo en rubores desconocidos. Cuerpo y mente envueltos en delirios de pasión, donde en cada conversación abrigaba la palabra, donde cada caricia suponía un viaje sideral. Pero aquello iba en contra de los convencionalismos, de la norma, de lo que debía ser porque sí. Las lecciones estaban bien aprendidas, controlaba los parámetros de lo correcto, su vida había sido edificada con las sólidas bases del que cree saber lo que quiere. La novedad de unas horas no podía desmoronar los años de tradición. Por eso descubrir su auténtico yo asustaba tanto que no fue capaz de enfrentarse. Llamó al miedo y este se encargó de liquidar al instinto. Hay riesgos que es mejor no asumir, situaciones que es preferible no vivir, sin remordimientos, aunque nunca llegase a saber qué se escondía detrás de aquella historia de cielos despejados e interminables horas de luz.