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No entienden nada – Por Félix Díaz Hernández

No me apetece escribir sobre política pero entendamos que esta semana decisiva e histérica parece inevitable. Tres aspectos me preocupan a la vista de lo que leo y oigo de nuestros políticos de cerca y lejos. Primero esa muletilla de los problemas de comunicación a los que aluden algunos prebostes; segundo el nuevo paralenguaje que han puesto de moda estos días políticos y periodistas; y por último, las exigencias de la nueva política que muchos se niegan a aceptar. Más allá del acierto o error en materia de comunicación que ahora utilizan algunos políticos como excusa ante sus fracasos, les recomiendo que o bien cambien de asesores en esa materia, o mucho más interesante que les hagan caso alguna vez. Rodearse de asesores para acabar decidiendo sobre lo que no se sabe, no se conoce o peor aun lo que soberbiamente se cree controlar es la raíz del problema. Además, parafraseando a aquel asesor demócrata en la campaña electoral de 1992 en Estados Unidos, en este caso no es la economía, estúpido, la causa de sus problemas habría que buscarla en la realidad cotidiana a la que se enfrentan los ciudadanos. También comienza a resultar cansina la réplica y copia de términos que se repiten hasta aburrir estos días de cábalas, cálculos, aritméticas y posibles pactos para repartirse el gobierno de pueblos, ciudades y autonomías. Disparates como “líneas rojas”, “cordón sanitario”; o usos intencionados y erróneos del concepto de gobernabilidad, interesadamente unido a la idea de estabilidad, obviando sus otros significados menos favorables como la necesidad de gobernanza, es decir, el sano equilibrio y mandato para el desarrollo de una auténtica sociedad civil. Y por último, debería nuestra clase política recién electa comenzar a aceptar que se acabaron las viejas fórmulas, aunque permanezcan en muchas instituciones elefantes políticos que no saben retirarse, la ciudadanía quiere otra forma de gobernar, una nueva política. No se van a entender los rodillos de ciertas mayorías, algunas forjadas a contracorriente. Tampoco la imposición entre partidos políticos que no han logrado una mayoría suficiente para gobernar en solitario. Llegan tiempos de pactos, negociaciones perpetuas, diálogo, puertas y ventanas abiertas de las instituciones y sobre todo de transparencia, porque ahora no se debe convencer a los ciudadanos para que te voten cada cuatro años, van a tener que explicar cada decisión antes de adoptarla e incluso someterla a la opinión de los vecinos y vecinas.