Barnizada de madurez, forjada de sensibilidad, pulida desde los cantos con maestría, la ya extensa obra del realizador orotavense Miguel G. Morales está tomando una dimensión que, como ocurre tantas veces, muchos descubrirán cuando pasen los años. Su penúltimo trabajo documental sobre las personas que convirtieron en un sueño tangible la obra de César Manrique en Lanzarote, llega a la categoría de documental imprescindible. Bajo el sugerente y realista título de Las manos, Miguel remata la cubierta de una casa, una obra casi perfecta. Una casa de enorme valor histórico y documental cuyos cimientos comenzó a plantar este realizador desde hace ya muchos años, apoyado en un trabajo de investigación, rescate y divulgación sobre los creadores canarios manufacturado de manera reposada, fiel y profunda.
Atrás queda su listado de obras documentales sobre las principales figuras de la cultura canaria que resulta impagable hoy y de incalculable valor mañana. Por delante de los ojos de Miguel G. Morales han pasado los testimonios, la sabiduría, las voces y el recuerdo de pilares esenciales como Manrique, Juan Ismael, Pepe Dámaso, Arozarena, Padorno, Lezcano, Cristino de Vera, Domínguez o incluso el vasco Aldecoa; también la vida y obra de ese poeta que todavía espera a que su ciudad le dedique una calle, Domingo López Torres. La visión del documental Las manos nos traslada, con su particular estilo, desde el detalle al conjunto; desde la idea del genio de Lanzarote a los materiales vírgenes, a la roca rebelde, la madera agradecida y la forja imaginativa. Su discurso destila canariedad y sencillez; además enfrentando una estética compleja y de gran belleza. Sin duda, emocionan hasta los saltos musicales que marcan las trazas del pasado, de lo que éramos y lo que fuimos hasta hace poco. Obra muy recomendable para explorar algunos de los territorios por los que Miguel lleva caminando desde hace años con la pulcritud de un coleccionista de momentos e historias.