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Más de carritos – Por Caco Senante

Lectores de esta columna me han reclamado que en la anterior no nombré a “sus carritos”. Quedo abierto a hacer un censo de todos ellos con su colaboración. De la oferta que tenían destacaría los chicles Bazooka, chochos, chufas, garbanzos dulces, manzanas caramelizadas y melcochas. En la sección de dulces, los matambres, medias lunas, pachangas y suelas. Y no podían faltar refrescos en polvo, regalías, pirulínes, caramelos y pastillas de perra chica. Los bocadillos podían ser con panicien (parisien) o pan sobado con matalauva o de codito. Después estaba la telera, que era con pan del cuartel. En el relleno primaba el chorizoperro, mortadela o sardinas. También vendían sobres de estampas, antes de que los llamaran cromos. El Tigre Barrios, siendo jugador del Barcelona de Cruyff, me contaba que cuando venía a Tenerife lo primero que hacía era ir a mandarse un bocadillo de mortadela y un matambre al Carrito Adrián, en la plaza España, frente a Correos. En la Barriada la Victoria estaba el Carrito Santiago, que por las fiestas del Carmen se ponía una gorra de capitán de barco y engalanaba el carrito con banderas. En la plaza de La Paz había tres carritos, uno de ellos el de Doña Laura. En General Mola, enfrente del Baudet, en la esquina de arriba, había uno que regentaba una señora de muy mal carácter. No soportaba que le pidieran una suela, aquellos dulces planos y largos como suela de zapato. A la salida del instituto, cuando llegábamos a la altura del carrito, siempre tratábamos de pillar a un despistado y le dábamos una peseta y le decíamos: “Cómprame una suela ahí, que le debo a la señora y no sea que me vea…”. El pobre inocente iba para allí y la señora esperaba con la mano dentro un cartucho lleno de piedras. Sin mediar palabra, la emprendía a pedradas con el ignorante, mientras nos partíamos de risa. Eso… todos los días. Nunca averiguamos por qué le cabreaba tanto a la señora que le pidieran una suela. Frente a la Plaza de Toros estaba el Carrito Doña María. En el Parque, en la esquina de la Palmera, el Carrito El Abuelo y el Carrito Pepe. En Méndez Núñez por la Casa Sindical estaba el Carrito Paco y más allá, en García Morato, el Carrito Doña Nati. En el Toscal el Carrito Mariano, en La Rosa con San Francisco Javier. Delante del Parque Recreativo estaba el Carrito de Rogelio el Cojo, famoso por los deditos de santo, y a su lado el Carrito del Papa Frita. Frente al Cine Avenida estaba el Carrito Popeye, por el parecido del propietario con el susodicho. En la calle San Sebastián, frente al Cine Moderno, estaba el Carrito de Ramón el Gomero. Una tarde, durante la proyección de la película, se escuchó un estruendo proveniente de la calle. Todos los noveleros salieron corriendo a ver qué pasaba y se encontraron con que un coche que bajaba San Sebastián había perdido los frenos y se había empotrado contra el Carrito Ramón. No hubo heridos. El conductor hablaba con Ramón el Gomero haciendo una evaluación de lo sucedido. Para zanjar aquello, se oyó al Gomero que le decía al otro: “Bueno… deme doce mil pesetas… y no le estoy cobrando los dulces…”. Deja ver…