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Pepe ‘el Cantinflas’ – Por Caco Senante

La primera vez que tuve noticias de Pepe el Cantinflas, fue en la crónica de sucesos de un periódico. Hablaba de una pelea ocurrida en una discoteca de la capital, donde había sido herido un actor de la Compañía de José Tamayo que estaba haciendo representaciones en el Teatro Guimerá. La discoteca era el Cintra, de la calle San José. El herido era un actor grancanario, que también fue jugador de baloncesto, Paco Acosta al que llamaban el Manguera y con el que compartí escenario algunos años después. Recuerdo que él representaba La Ventana, de Orlando Hernández, y en la segunda parte del espectáculo, yo cantaba. El contrincante en la pelea, un tal Pepe el Cantinflas. Cuentan los que presenciaron aquel incidente, que tras rajarle la cara con un vaso de cristal al Manguera, el Cantinflas salió de la discoteca y de forma pausada enfiló calle abajo por San José. Más de una veintena de personas salieron corriendo tras él, con ánimo de ajustar cuentas y Pepe el Cantinflas sólo tuvo que darse la vuelta y con cara desafiante decir “Ay, que pasa…”, para disolver aquella jauría humana que iba dispuesta a lincharle. Los que le conocieron bien, dicen que “para la piña era una fiera”. Era un hombre de buena estatura y porte elegante, con un bigote que le daba un cierto parecido al cómico mexicano Mario Moreno Cantinflas.
Pepe el Cantinflas es el autor de una frase que es representativa en la forma de expresión popular de nuestros personajes. Una noche, entre semana, en el cine Moderno que estaba en la calle San Sebastián, asistían como una docena de personas a la proyección de la película 20.000 leguas de viaje submarino. En un momento determinado, se escuchó, entre los asistentes, la voz de Pepe el Cantinflas que exclamó : “Ñoos, eso si es pescado fresco…”.

En los últimos tiempos, tuve más relación con él. Me lo encontraba por el Figón de Aurelio o por el Atlántico y solía invitarlo a un vino o a un cortado. Eso me servía para disfrutar un rato de su compañía y escucharle contar sus historias. Estaba en una residencia de mayores y seguía manteniendo el porte y la elegancia de un dandy. Un día me dijo: “Senante, las puretas en la residencia me demandan que les haga el misionero. Y yo ya no estoy para hacer el misionero, Senante. Yo ya estoy para otro tipo de actividades. Tú ya me entiendes, no?”. Yo le decía: “Claro Pepe, claro”.

Esto me ha llevado a reflexionar sobre las injusticias tan grandes que a veces nos depara la vida. Cómo la abnegada dedicación de algunos semejantes en pro de la ayuda y la solidaridad realizada en lejanas tierras, ha quedado como definición de una determinada actividad sexual. Pero claro, si es lo que las puretas le reclamaban a Pepe el Cantinflas… ¿Qué se le va a hacer?
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