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Reflexiones europeas – Por Isidoro Sánchez García

Aunque el clima nos recuerda a veces que los canarios somos africanos, se nota que pasan los años y nos hacemos europeos. Desde finales del siglo XV las cartas de navegación europea tuvieron la isla de El Hierro de referente.

Mucho se ha escrito estos días de la treintena de años que lleva el reino de España adherido a lo que hoy se conoce como Unión Europea (UE). Primero fueron los países protagonistas de la Gran Guerra Mundial europea de 1940 quienes se unieron para apostar por la paz, de la mano del carbón y el acero, elementos belicosos donde los haya. Francia y Alemania, junto a los países del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), comienzan a caminar por la senda comunitaria en 1950. Así hasta nuestros días con incorporaciones paulatinas de viejos países, cercanos a los treinta. Nace lo que el profesor universitario Josep Colomer denomina El imperio europeo, y delimita de manera muy singular al describir su oeste, este y sur. Aunque no coincido plenamente con su política descripción geográfica, entiendo que Europa, su territorio imperial, está encajado en una posición importante del hemisferio norte del globo terráqueo, que linda por el poniente con el océano Atlántico, con USA y Canadá; por el norte con el Ártico; por el naciente con Rusia y Asia, y por el lado meridional con el mar Mediterráneo y el continente de África.

Pero sus fronteras no son estables ya que pueden sufrir variaciones derivadas de la aplicación de las políticas comunes e incluso de salidas de algunos países del marco de la UE. Más que regiones y estados, los países mencionados conforman, por circunstancias varias, un verdadero “Imperio europeo” porque a pesar de las asimetrías históricas, tanto territoriales como económicas e institucionales, seguirá habiendo elementos de base y de fundamento que impedirán a Europa convertirse en un escenario de rivalidades permanentes entre estados soberanos e interdependientes, unidos mayoritariamente por el comercio y la economía, por el fisco y los bancos, por la democracia y los derechos humanos. En consecuencia será difícil derribar el edificio europeo que tanto costó construir sobre cimientos constitucionales.

Canarias, en su atalaya oceánica y volcánica, alejada e insular, ha vivido durante los últimos 30 años vaivenes de todo tipo, aunque los británicos se llevaran para Greenwich la raya de Orchilla en el siglo XIX, y ahora el ministro Soria haya querido enfrentarse con las energías renovables como un Quijote desfasado. A pesar de ello, muchos queremos seguir en la UE.