cho marcial

Ser alcalde es una ruina

La crisis económica, de la que dicen algunos que comenzamos a salir, ha marcado el devenir político en los últimos años y especialmente se ha dejado sentir en las administraciones públicas.

Ante un panorama así subirse el sueldo, en esas circunstancias, parece obsceno, pero algunos políticos no han tenido reparo en hacerlo, curiosamente acogiéndose casi todos ellos a que están por debajo del límite legal permitido que hace un año impuso el PP como ley, siendo precisamente este partido el que menos ejemplaridad ofrece a la hora de designar los sueldos de sus ediles. Y digo bien, designar sus sueldos, porque son ellos, solamente ellos, quienes a su libre albedrío se colocan la nómina que les apetece, siempre marcando ese límite que marca ahora la ley.

Un límite que puede considerarse razonable, de no ser porque no se distingue si uno es alcalde o un simple concejal sin delegaciones y en donde, por ejemplo, se pone límite al número de trabajadores eventuales (personal de confianza), pero no a sus sueldos, ni tampoco, por lo visto, hay límite para las dietas por asistencias a plenos. Así, en Puerto de la Cruz, por acudir a un pleno se cobran 215 euros y en Candelaria, por ejemplo, 70.

Me atrevo a decir, que los sueldos de alcaldes, por lo general, son bajos para la responsabilidad que genera estar las 24 horas de todos los días del año pendientes del municipio; más responsabilidad, por ejemplo, que la de un diputado. Si miramos trabajo y salario, para los alcaldes la política es una ruina, pero no así para concejales que cobren más o tanto como el regidor o que ediles a tiempo parcial cobren más que otro con dedicación exclusiva, como pasa en Candelaria.

Mari Brito cobrará más que Gumersindo García (2.500 euros por 2.300 netos al mes), un sueldo razonable si lo comparamos con el de la alcaldesa de Güímar o el de Los Realejos, ambos del PP, aunque queda lejos de los 1.800 euros netos (31.000 brutos al año) que va a cobrar Escolástico Gil, el indiscutible rey del streptease económico vivido en algunos ayuntamientos. Me quedaría, en todo caso, con la frase de Ana Oramas cuando llegó a la Alcaldía de La Laguna: “cobraré un euro más que el funcionario mejor pagado”. No es mal baremo.