cuadernos de áfrica

Todos somos Túnez

Hay tanto para contar sobre África que me siento un poco soporífero por las habituales cantinelas de esta columna y les confieso que me gustaría escribir sobre experiencias, historias anónimas, viajes o incluso algo de narrativa, pero escapar de la inercia informativa es complejo. Tampoco me alegra haber vaticinado que Túnez era, es y será, objetivo fetiche del yihadismo. Érase una vez un pequeño país norteafricano sin petróleo, pero con una población joven y formada en universidades, que decididamente optó por romper con el paternalismo árabe de un pasado que es perpetuo presente desde Nouakchott a Riad. Seré visceral. No respaldar a Túnez más allá de lo verbal es un acto de cobardía. El bravío estado magrebí representa un halo de esperanza en una región estratégica y, ante el compromiso de su legislación antiterrorista y su decidida apuesta por la modernización civil, es de irresponsables e hipócritas denunciar la amenaza integrista pero no hacer nada para prevenirla. Túnez es nuestra vanguardia.

Su envite por el laicismo demanda apoyo y si se lo negamos, nos mereceremos lo que nos pueda salpicar. El integrismo requiere de la desesperación y la miseria como caldo de cultivo. Entonces se ofrece como el “generoso” samaritano que promulga el Corán. Libro que ha corrompido para servir sus intereses. Tirano en guante de seda. Te pego por tu bien. Túnez no tiene más ingresos que el turismo y estos desalmados saben que plantando la semilla del terror, este huirá y el desempleo crecerá; la calle clamará y ellos y su “caridad” musulmana ocuparan el lugar del estado. Es una relación huésped parásito. El ejecutivo tunecino ha optado por cerrar casi un centenar de mezquitas que se habían convertido en madrazas orbitales del salafismo. La CIA considera Cataluña como la región mediterránea con mayor presencia de yihadistas “durmientes” cuyo objetivo es la mediática Barcelona, donde se hacinan miles de marroquíes y pakistaníes ilegales. Las declaraciones y los pactos están bien; papel mojado si no invertimos en defensa e inteligencia de campo para neutralizar los centros de adoctrinamiento e individuos potencialmente peligrosos. Todo un reto.

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