trac tici tac >

Viejas heridas

La desatada sangre, fiera y loca, / suelta en claras cascadas de suspiros, / vuelve ordenadamente desbravada / al mapa de sus ríos y lagunas”. (Domingo López Torres) Sin cicatriz se presentan las viejas heridas, sangrando lentamente, hediendo nauseabunda pus. Son las de siempre, las mismas, idénticas, como si nada hubiera pasado. Pese al dolor que infligen no somos conscientes del tiempo que llevan entre nosotros, algunos incluso llegan a pensar que están curadas, otros que duermen plácidamente y la incauta mayoría, al sentir revivir la punzada, piensan que la brecha es nueva. De nada parece haber servido la historia, relegada a veces a un pasado destinado al olvido, abandonada detrás de una hemeroteca, aislada en la triste búsqueda de una enciclopedia virtual o versionada en la ficción del celuloide. En la memoria de los mayores desaparecen los hechos pero no mueren los rencores, que avivados en una encarnizada lucha de poderes, siguen alimentando a los más hambrientos. Así lo imprevisto reaparece como novedoso pese a las previsiones y advertencias de nuestro legado cultural. Nadie quiere escuchar. Probablemente porque es más sencillo mirarse al ombligo, mascullar las mismas letanías aprendidas repetición tras repetición y obedecer el dictado del bando en el que les tocó jugar, sin darse cuenta de que las moscas siguen revoloteando en torno a la mierda que alimenta el odio. Ya no hay tiros, es verdad, pero las palabras vienen cargadas de veneno corrosivo, adaptadas a la voluntad del que escribe con la intención de hacer sangre, de crear distancias, de enemistar al pueblo. No hay peor peligro que el creerse poseedor de la verdad; se corre el riesgo de intoxicación y las cosas tienen un límite muy fino. Abusar de los medios de comunicación para infundir ideales basados en la confrontación, los miedos, animadversiones y radicalismos, usando la mentira o la transformación de la realidad, puede acarrear nefastas consecuencias. ¿La solución? La tenemos todos. La mía empieza con Lucrecio: “El movimiento inicial ha de crearse en el corazón / el cual procede primero de la voluntad del alma / y desde allí se extiende por todo el cuerpo y todas las articulaciones”.

Por César Martín @cesarmg78