cuadernos de áfrica

¿A dónde? – Por Rafael Muñoz Abad*

Bom día, me gustaría cambiar estos 20 dólares, por favor. Cómo no, aquí tiene sus kwanzas… Salí de la caseta con un formidable fleje de billetes del tamaño de una servilleta. Pergaminos sudados con los desgastados bustos de Agostinho Neto y Dos Santos. Los padres de la independencia de Angola. Hasta hace dos tardes, la más desaprovechada finca que los portugueses tuvieron en África. Boa tarde, deme un pack de Coca Cola. Cómo no, aquí las tiene… Son la mitad de sus kwanzas. Made in South África se podía leer en el anverso de las latas. Al sur del ecuador, apenas hay productos no perecederos que no provengan de África del sur y su poderosa industria alimenticia. Es paradójico que, para el blanco, el coste de la vida sea desorbitante en cualquier arrabal africano mientras que en la “desarrollada” Sudáfrica, la cesta de la compra es bastante más económica. Existen una serie de relaciones cómodas. Futbolista -analfabeto o mono- plátano. En África, la más habitual y, si lo consideramos, perfectamente entendible, es la de hombre blanco-dinero. La gente aún suele tener una imagen infantil y paternalista del continente vecino. Los he conocido convencidos de que cebras y leones deambulan libremente por las afueras de Johannesburgo de igual manera que los conejos cruzan nuestras carreteras… resulta que la corporación sudafricana Denel está entre las 75 primeras compañías aeroespaciales. Divulgar África es una tarea tan altruista como ingente. A menudo ingrata pues a poca gente le interesa… Me propusieron una charla divulgativa -África en positivo- y, tan pronto sonó la campana, los alumnos de la ESO que allí [obligados] estaban, huyeron cual mozos de un encierro pamplonés. Se pueden reír; yo lo hice. El viajero africano suele ser una mezcla de corazón, curiosidad insaciable e inconsciencia. A ojos del amante del todo incluido en Santo Domingo o Las Américas, igual da, pues a veces ni del hotel salen, un soñador irresponsable que gasta una pasta en ver miserias, dormir en antros y meterse horas de carretera hacia dios sabe dónde bajo la “única” recompensa de ver… ¿A dónde? Ten cuidado -me dijo- no te vaya a secuestrar el Estado Islámico ese de los moros en Ciudad del Cabo… Sin comentarios.

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