El diván

La ansiedad no es un problema sino un síntoma

Hoy en día el término “ansiedad” se ha convertido en un término cotidiano en nuestro lenguaje. Lo que antes se sentía y se trataba de manera escondida y con vergüenza, actualmente está a la orden del día. Todos, en algún momento de nuestras vidas sentimos ansiedad. Hoy en día, detectamos esta sensación y cada vez son más los que piden ayuda profesional cuando observan que el malestar empieza a limitar sus vidas.

Pero, ¿cómo una simple sensación puede llegar a bloquearnos y paralizar toda una vida? ¿Cómo un sensación puede llegar a trastornar nuestro equilibrio emocional? La respuesta es tan simple, como que hacemos una interpretación negativa sobre esta palabra tan temida, la ansiedad.

La ansiedad no es el problema, sino un síntoma de que algo no está bien en nuestra vida, a nivel emocional o personal. Sería como cuando tienes fiebre, la fiebre es un síntoma, no es una enfermedad y habría que averiguar que la ha producido para que no se agrave. De la misma manera hay que actuar con la ansiedad. Primero intentar calmarla, y luego averiguar el motivo que la desencadenó.

La ansiedad no es tu enemiga. Aunque cueste creerlo, es una respuesta adaptativa y necesaria gracias a la cual, en muchísimas ocasiones, nos habrá ayudado a salir de determinadas situaciones de riesgo. Cuando percibes un peligro, tu cerebro intenta protegerte enviándole a tu sistema nervioso determinadas señales para que tu cuerpo se ponga en alerta pudiendo así, huir o enfrentarte a la amenaza.

Estas señales son los famosos síntomas de la ansiedad que ¡ojo!, son desagradables pero, no peligrosos. Dolores de espalda debido a la tensión, dolor de pecho, mareos, sofocos, inquietud, problemas para conciliar el sueño, nudo en el estómago, náuseas, sudoración, el corazón se acelera, hiperventilación, temblores, sensación de irrealidad, temor a morir… entre otros. ¿Cuándo deja de ser adaptativa? Cuando el peligro no es real sino imaginado. Cuando se trata de una posibilidad (anticipando situaciones) o una interpretación errónea sobre algún acontecimiento.

Nadie muere de ansiedad: nos asustamos cuando sentimos que la ansiedad toca la puerta. Enfocamos nuestra atención a esas sensaciones y creamos pensamientos catastrofistas sobre las consecuencias que pueden tener sobre nosotros y, como resultado, los síntomas se amplifican. Recuerda siempre, que la mente es como una lupa. Todo lo que enfoque aumenta. El problema se agrava cuando esas sensaciones limitan nuestro día a día y evitamos situaciones por miedo a que aparezcan los síntomas. De esta manera pensamos que estamos controlando la ansiedad, pero si tratamos de controlarla, aumentamos el miedo y, nuestros síntomas se magnifican. El control, lleva al descontrol. Poco a poco, sentimos que no disfrutamos con nada, nos ahogamos en pensamientos catastróficos y sentimos que ya no somos los mismos.

Deja fluir la ansiedad. No luches contra ella, tan solo intenta calmarla. De la misma manera que viene se va. La respiración abdominal puede servirte de mucha ayuda. Entrénala a diario. ¡Desenamórate de la ansiedad! Deja de prestar tanta atención a lo que sientes y atiende a lo que pasa a tu alrededor. No olvides que detrás de esa sensación se esconde el problema. Trabaja tu pensamiento.

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