tribuna

Carlos Soler – Por Herminio Torres Baragaño

Dice el refranero popular que quien bien te quiere te hará llorar, que no hay amor sin desamor y puede que así sea. Puede que la sabiduría popular tenga razón y que esté en consonancia con la visión hegeliana del mundo. Un mundo basado en la dialéctica, en la constante lucha entre elementos antagónicos. Y vienen estos devaneos, aparentemente nada propios para un viejo minero asturiano, a colación de mi relación con las Islas Canarias. Profundamente enamorado de estas tierras y de sus gentes desde que las conocí, llevo ya una larga temporada experimentando la tristeza e indignación al leer en la prensa canaria las noticias relacionadas con quien me enseñó a conocer y querer estas bellas islas, Carlos Soler Liceras. No voy a glosar la valía profesional y académica de Carlos Soler ni voy a ponderar su calidad humana ni su rectitud en su quehacer diario, personal y profesional. Podría hacerse y llenar con ello incontables pliegos de papel, pero creo que no es necesario. La persona de Soler es de sobra conocida y basta con bucear someramente en la hemeroteca para descubrir, al menos en parte, su ingente currículum tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo. Mi única intención con estas líneas es mostrar la indignación que me produce la situación de Carlos Soler Liceras así como evidenciar públicamente mi solidaridad con él. El caso Liceras, permítaseme la licencia periodística, quizás seas fiel reflejo de un país en el que se tiran por la borda sus activos más valiosos mientras permitimos que los ratones sigan vigilando el queso.

Carlos Soler lleva ya años sufriendo lo que podríamos denominar, para no incurrir en afirmaciones punibles, obstinación expedientadora de la administración autonómica canaria. Y recordemos, que no está de más, que esta actividad expedientadora comienza cuando Carlos se negó a firmar unas certificaciones de obra que él consideró que no estaban conformes para su aprobación. A partir de este momento se abre la caja de los truenos. Un rosario de acusaciones, de castigos jalonan estos últimos años de la vida profesional del valedor de Fuente Santa. Y aunque alguno quisiera acusarlo hasta de la muerte de Manolete, la jurisdicción contencioso administrativa anula las actuaciones administrativas contra él incoadas. Pero no hay jurisdicción contencioso administrativa que valga contra la inquina de unos responsables políticos que sentenciaron a Carlos Soler cuando éste hizo prevalecer el interés de la ciudadanía por encima de otras consideraciones. Un nuevo expediente amenaza con sancionar tres años, con destierro y suspensión de empleo y sueldo, a este más que ilustrado zahorí. Esperemos por el bien de estas tierras y sus gentes que se acabe restituyendo la figura de Carlos Soler Liceras y quizás sea el momento de que vayamos pensando en que es necesario que el queso empiece a ser vigilado por el gato.
*Ingeniero de Minas