sobre el volcán

Una ciudad lustral volcada en sus fiestas

Es una gozada estar estos días en Santa Cruz de La Palma. Pese a que es misión imposible encontrar una plaza de aparcamiento o una mesa libre en una terraza, aunque te quedes sin conseguir una entrada para ver los Enanos -siempre queda la calle- o el Minué, bendita avalancha la que experimenta esta Semana Grande de las Fiestas Lustrales la capital palmera. Contemplar la calle Real llena de gente como si fuera una noche de Reyes es un placer para los sentidos de quienes habitamos la ciudad en su cotidiana parsimonia y anónima cotidianeidad. No creo que haya en Canarias una ciudad de la belleza de Santa Cruz de La Palma, pero en estos días de la Bajada de la Virgen se pone todavía infinitamente más hermosa. Da la sensación de que las viejas paredes de Santa Cruz rejuvenecen y sus adoquines recobran vida. Hay como otro ritmo en el día a día, que transcurre de acto en acto, de festejo en festejo, que marcan el transcurrir del tiempo. El programa de la Bajada de la Virgen es como el GPS que cualquier visitante necesita estos días para no perderse en esta permanente catarata de actos que trufan no solo esta semana sino la totalidad del mes. Un calendario que no está escogido al azar sino que responde a una semántica profunda que hay que descifrar también. Pero además está el dejarse llevar, sin la esclavitud del reloj ni la disciplina del calendario. Salir a la calle, tropezarte con conocidos que no veías hace tiempo, quizá un quinquenio, y echar horas de conversación es un acto también lustral. Sin duda, la Bajada de la Virgen significa además una válvula de escape para los pequeños negocios de Santa Cruz de La Palma, y por extensión del conjunto de la Isla Bonita, que en estas fechas recuperan el aliento en lo que saben que es una coyuntura, un paréntesis en el tiempo, pero una buena oportunidad también para coger fuerzas y seguir adelante en estos tiempos tan complejos que todavía seguimos arrastrando. Las Fiestas Lustrales representan de igual modo un escenario inmejorable para ganar la confianza del turista ocasional y fidelizarlo a una ciudad y una isla que, por estas fechas, muestra todo su encanto y su poder de seducción para el viajero. Estos días pude ver cómo un extranjero se lo pasaba en grande bailando entre los mascarones y una familia de Las Palmas que aplaudía a rabiar en Los Acróbatas. Estoy convencido de que regresan en 5 años o tal vez antes.