Domingo Cristiano

La cofradía de Bart Simpson

Tras sobrevolar las lecturas que hoy se proclaman en los templos, casi sin darme cuenta me he descubierto pensando en la fauna humana que me rodea y de la que formo parte. La multiplicación de los panes y los peces que relata el evangelio me ha recordado a Bart Simpson, el de la tele. Creo que entre nosotros hay más de uno -y más de mil- que se han apuntado a la misma cofradía que el díscolo hijo de la familia amarilla de cuatro dedos. Lo que me inspira tan extravagante asociación de ideas es el afloramiento de individuos que lo multiplican todo por cero. Lo mismo que hace Bartito. ¡Multiplícate por cero! es el grito de guerra que entona el personaje para despachar cualquier tema o a cualquier persona, condenando a la insignificancia matemática a todo lo que se cruce en su camino. La sociedad y la Iglesia no son ajenas a la plaga de los multiplicadores por cero. En ambos ambientes andamos sobrados de personas con un alto grado de hostilidad, de esas que convierten lo que tocan en nada, de gente que vive para juzgar a los demás sobre la escala de sus más que discutibles valores y valía. Multiplican por cero quienes han olvidado que la vida es más que normas y cumplimientos, quienes desconocen por propia culpa el valor de la amistad y la riqueza de la lealtad. Están abonados a un cero sin paliativos quienes tienen muy claro el objetivo final, pero ignoran que recorrer el camino es tocar ya la meta. Al menos, de momento. Porque caminar es todo lo que tenemos entre manos, lo único que nos pertenece. Mirar sólo al más allá, al destino final, sin observar nunca los alrededores de la existencia, es pervertir el fin y multiplicar por cero las oportunidades de encontrarse realmente con Dios, con los demás y con la esencia de uno mismo. Estamos hechos de polvo del camino, incluso físicamente. Polvo de estrellas somos. Pura como un ángel y soberbia como un demonio. Así definí una vez a una alumna que me pidió la máxima calificación tras puntuarle con un 9,8 un buen examen. Pues eso: 9,8 multiplicado por cero es lo que merece quien no respeta las esquinas de la vida, esos lugares donde se concentran las frustraciones, los fracasos, las decepciones, las caídas… Es allí donde hay que buscar para multiplicar la esperanza, no por cero, sino por infinito. Es lo que hace Jesús en el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Es la vida la que se amplifica ante quien confía en el futuro pero no olvida el presente. “Que nada se desperdicie”, pide el Señor a los discípulos que reparten las viandas. Los dones, lo que somos, mucho o poco, están para ser cuidados, acariciados, levantados. Eso es multiplicar por infinito la verdad de nuestra vida, mucha o poca. La que hayamos alcanzado a entender. Un cristiano multiplica la vida que encuentra a su paso, no permite que se desperdicie. Luego vendrán los consejos y las enseñanzas, pero lo primero es multiplicar lo bueno que encuentra. Cuidado con los cofrades del Simpson. Bajo la apariencia de fidelidad y sana doctrina a menudo sólo se esconde un cero rotundo. Un cero en amor.

@karmelojph