la entrevista del domingo

Elfidio Alonso: “Estos 50 años me han parecido 50 siglos”

FRAN PALLERO
FRAN PALLERO

En la Casa de Los Sabandeños, en la calle de Capitán Brotons (La Laguna), Elfidio Alonso incuba el sueño de cantar en la ONU. El grupo cumple 50 años entre dos siglos, sin achaques, y emprende un programa de conciertos por las islas y una gira por la Península con un espectáculo ad hoc para celebrar la efeméride. El viernes, como aperitivo antes de esa tournée, se reencontrarán en Madrid con Víctor Pablo Pérez, al frente de la Orquesta Sinfónica de la Comunidad, en los Jardines de Sabatini, frente al Palacio Real, dentro de los Veranos de la Villa. Los turistas visitan su museo lagunero y los fetiches cobran vida en cuanto suenan las canciones que salen de las mantas y los timples, mientras unos alumnos reciben clases de música que imparten profesores integrantes del grupo o actúan artistas callejeros que buscan su oportunidad en el nido de los cantores de Canarias más conocidos en el mundo.

Elfidio Alonso, que ha sido alcalde de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, se mueve como pez en el agua en la Casa, un inmueble del siglo XVIII, que picotea las instantáneas de las bodas de oro del grupo como un álbum de escaleras y techos de madera que alberga la mítica biblioteca de María Rosa Alonso. Carmen Polo lleva en las manos en la Feria de Campo de Madrid del 71 un disco de Los Sabandeños. La Universidad de Cambridge premia a Alonso, man of the year. Mercedes Sosa escribe: “Con respeto y hermandad”. El hombre que guarda todos los recuerdos del cincuentenario (autor de trescientas canciones de un largo centenar de discos) acaba de recibir las medallas de oro de Canarias y del Cabildo de Tenerife y aspira a que le den a su grupo el Premio Ondas a la trayectoria, después de casi 3 millones de discos vendidos y 2.500 conciertos sobre el escenario entre pecho y espalda. Se asoma a los 80 años y dice: “¡Esto ha sido un milagro! No me lo puedo creer”.

-Golpe a golpe, verso a verso, han pasado cinco décadas.
“Estos 50 años me han parecido 50 siglos. Por lo intenso, lo que he viajado, lo que he aprendido, lo que he vivido. Le hemos alegrado la vida a la gente y la hemos hecho llorar de emoción. Es impagable”.

-¿Queda algún sueño en el magín?
“Me hizo mucha ilusión que Hermoso, de presidente, nos llevara a cantar al Parlamento Europeo en Bruselas. Desde entonces sueño con que Los Sabandeños cantemos en la ONU en Nueva York. Tendría una gran simbología. Allí están los países africanos”.

-Usted ya intervino en la Asamblea General.
“Sí, a favor del Frente Polisario, era diputado y acudí en 2003 en representación de todos los Parlamentos autonómicos. La policía marroquí me seguía por los pasillos. Yo sueño con ese concierto por la paz de los pueblos y por el mestizaje, que es mi gran leit motiv”.

-¿Desde el crisol de Canarias?
“Desde el crisol de Canarias, laboratorio perfecto de esa comunión incesante.Frente a los puristas, creo que la mayor grandeza del folclore es el mestizaje, nuestros elementos aborígenes o presentidos junto a la influencia española. Mestizaje y transculturación, el gran invento de don Fernando Ortiz, el sabio cubano: lo que va y lo que viene, lo que traes, lo que llevas”.

-¿Sigue siendo nacionalista?
“Sigo siendo nacionalista, pero no insularista, que ha sido la falla de Coalición Canaria (CC). Me gusta el camino de Juan Manuel García Ramos tratando de aglutinar a todo el nacionalismo. Estoy de acuerdo con la frase que te dijo: “Hay que enseñar siempre la posibilidad de la independencia para que te hagan caso”. Igual que digo que el soberanismo va a caer en desgracia con el quilombo que tiene armado ahora Europa con Grecia”.

-¿Qué dirá hoy el referéndum?
“No descarto un sí. Europa saldrá fortalecida, con Grecia dentro o fuera. Juncker es un tío listo y evitará la ruptura”.

-¿A la UE le pasa como a Los Sabandeños: por encima de las crisis está el grupo?
“Por encima del bien y del mal”.

-¿Usted ha sido en ocasiones dictador?
“Quizá por mi vehemencia y mis enfados. Es que siempre he procurado cumplir con el grupo. Incluso, en mis tiempos de alcalde, no fallaba a un ensayo. Es verdad que he tenido que ser un poco dictador”.

-¿El carácter se le ha ido templando?
“Sí, total. La gente muchas veces dice que no abro la boca. Y es que hay cosas que ya he pasado en estos 50 siglos”.

-¿Se guarda algún secreto?
“Siempre hay algo que uno se calla para no herir. Una vez, con Franco, me denunció un periodista; está muerto, pero tiene hijos y nietos. No pienso decir quién fue”.

-¿Se arrepiente de alguna metedura de pata?
“Claro, me digo: “Oye te has pasado dos pueblos”. Mi mujer, que me ayuda a abrocharme los zapatos porque apenas me puedo agachar, me lo hace saber. Ya controlo mis prontos, que son de familia, cuento hasta diez”.

-¿Le gustaba cantar en la clandestinidad?
“Ya lo creo. Las veladas tenían su morbo. Recuerdo una con Julio Fajardo y el maestro Ibarbia en los antiguos Limoneros. Julio hizo la parodia de Franco desde el balcón. Y Pío Cabanillas, que lo estaba viendo con Cruz Auñón (uno de nuestros valedores), confidencialmente nos dijo: “Ustedes no saben las veces que tuve que corregir al Caudillo en TVE, haciendo encaje de bolillos”. Franco estaba todavía vivo”.

-Cabanillas les indultó las canciones prohibidas.
“Nos sacó de la censura el canto de trabajo “arando en el cerrillal / se me cambó la besana / y acordándome de Juana / yo la volví a enderezar”, que creía la censura que era algo fálico y no un surco, y “el sable del coronel” de La muralla, que habíamos tenido que decir “el sable de don Manuel”. El telegrama lo vamos a exponer”.

-¿Cómo se digieren 50 años de música?
“Para mí es un milagro. Hemos perdido a quince compañeros, que han muerto. Y los que se marcharon por diferentes motivos. Todavía estamos vivos y no nos hemos estancado. Hoy el grupo tiene más fuerza, más calidad”.

-¿Canarias ha hecho justicia a Los Sabandeños?
“Sí, ha hecho justicia, más no se puede pedir. Este año nos dedican las Fiestas de San Benito. Tenemos todos los reconocimientos, desde el Premio Canarias y la Medalla de Oro de Canarias. El Parlamento nos distinguió como la “expresión suprema del alma sonora de Canarias”. Somos profetas en nuestra tierra. Y eso es muy raro en un sitio donde hay mucha envidia e inquina. Nosotros somos una rara avis. Es muy difícil tener éxito en Canarias, pero juntarnos con Los Gofiones y dar 18 conciertos con Manta y Estameña, en todas las islas, y ver a la gente llorando, es muy emocionante, como te dijo aquí Carolina Darias. Los Gofiones son como mis hermanos”.

-¿Siempre fue así?
“No, hubo sus piques, porque inevitablemente nos echaban a pelear. Nosotros hemos intentado ser ejemplares, estar por encima de los reinos de taifas, hemos querido cantar a todas las Islas Canarias, incluida La Graciosa, con un nuevo tema, música de Benito Cabrera y letra mía, con ritmo de sorondongo”.

-Se les escapó otra vez el Premio Príncipe de Asturias.
“Hace quince años tuvimos una oportunidad porque no se había internacionalizado. Ahora es más difícil competir y se lo han dado a Francis Ford Coppola. Pero valoramos, por su prestigio, el CICOP de Valencia, el Europeo Agapito Marazuela de Segovia, o el de Artistas del Universo, que tienen muy pocos: Plácido Domingo, Paquito D’Rivera, Pedro Iturralde. Y los Premios de la Música de la SGAE, o la nominación al Grammy con María Dolores Pradera, nuestra gran amiga, por el disco Te canto un bolero. Tenemos ocho discos de oro, diez de platino y dos de diamante. Se dice pronto”.

-¿Cuál es el próximo disco?
“Atlántico, una amalgama de géneros folclóricos relacionados con la atlanticidad. Temas nuevos. Saldrá en septiembre”.

-Olga Guillot, la ‘reina del bolero’, se enfadó porque la juntaron con Silvio Rodríguez.
“Me dijo en Miami, “está también ese comunista, Milanés”. Y yo le dije, “es mentira, Olga, te han engañado”. Quien había grabado era Silvio, que cantó Unicornio, pero no se lo dije, para que fuera a la presentación. Y después todo quedó olvidado”.

-¿Qué son Los Sabandeños?
“Creo que somos fruto de casualidades: dimos con la fórmula. El Centro de la Cultura Popular Canaria nos incluyó entre las señas de identidad de nuestro pueblo. Hemos sido significativos en el ámbito hispanohablante”.

-¿Dónde sitúan la cuenta atrás del medio siglo?
“En el germen, en el 65, el grupo del Ateneo (Quique Martín, Miguel Lemus, yo, iba Sebastián Ramos…) Cantábamos a los personajes antirrégimen, éramos la Parranda de don Luis. Después nos presentó Alfonso García Ramos en el Ateneo, donde habíamos grabado el primer disco cuando sonaron las campanas de la catedral, tan-tan, y tuvimos que empezar de nuevo. Yo veraneaba en La Punta (como los Bacallado y otros), iba a enamorar a Magda, mi mujer, que ya cumplimos también las bodas de oro. Y don José Peraza de Ayala nos reunía en su finca de Sabanda, nuestro feudo”.

-Quique Martín sembró La Laguna de anécdotas. Cuando los rusos enviaron al espacio el Sputnik, él hizo el lanzamiento del ‘Esputo’.
“En la plaza del Adelantado. Ni despegó, ni nada. Era un cachondo. Murió con las botas puestas un 1 de mayo. En medio de un terremoto en Caracas, se puso a tocar el timple asomado en el hotel. Siempre lo echo de menos. Mi gran maestro”.

-La ‘polca frutera’ (o ‘El intermediario’) se asocia a él, que interpelaba al final: “¿Quién sos tú?”.
“Y el coro respondía: “Yo soy un hombre del campo,/agricultor platanero”. Lleva 25 años de sintonía de Agropopular en la COPE, con César Lumbreras. Un tema que no se quema con el paso del tiempo”.

-¿Usted fichó a Benito Cabrera para apagar un incendio?
“Ha sido providencial. Benito es un timplista excepcional, llegó al Carnegie Hall, conoce muy bien el folclore canario, es compositor de piezas inolvidables. Una sobre el mismo mar y Nube de hielo están en la historia de nuestra música. A raíz de una escisión, hace siete años, Benito entró y ha sido un magnífico revulsivo”.

-¿O sea que conviven a bordo el Pasodoble y el Arrorró, el himno oficioso y el oficial?
“Él se ha convertido al Pasodoble Islas Canarias y jamás ha dicho que por qué no ensayamos el arrorró que lleva su letra. Yo al principio criticaba por chovinista el Pasodoble de Tarridas, pero un día en Sao Paulo, en el edificio Italia, subimos a la planta 38 a tomarnos una cerveza, y el pianista, cuando supo que éramos canarios, puso las manos sobre el teclado y tocó el Pasodoble Islas Canarias. Le retocamos la letra y lo desempolvamos”.

-Kraus fue disco de oro con ustedes, pero le hicieron pintadas en La Laguna.
“Fue con Canario, donde canta Sombras del Nublo, de Néstor Álamo, y Tenerife, de Braulio. Cobró un millón de pesetas a Alberto Segura, de Manzana. La gente empezó a pintar la calle de la casa de Domingo Luis donde se quedaba porque Kraus se dejó contagiar del Partido de Gran Canaria, empujado por su hermana, y abrió la espita de cierta animadversión hacia Tenerife. Entonces, se hizo esclavo del Cristo de La Laguna y donó el millón de pesetas me parece que al Asilo de Ancianos. Una noche, en una cena, le dije a él, “Alfredo, yo tomo agua de Firgas con el güisqui” y se la pedí al camarero. Creo que se exageraron las cosas. Él era encantador”.

-¿Es verdad que Yupanqui el patriarca del folclore argentino (‘Duerme, negrito’), cuya vida y obra representan ahora en Madrid María Lavalle y Asunción Balaguer, les metió las cabras en el corral?
“Es que tenía razón don Atahualpa. Nos dijo, “ustedes se equivocan, la samba no lleva 38 compases, sino 32”. Yo se lo acepté. Nos estábamos iniciando en los géneros argentinos. Hoy eso no nos hubiera ocurrido. Tenía su carácter, pero era excepcional, como Falú”.

F. P.
F. P.

-¿El coscorrón de Yupanqui lo arregló Cosquín?
“El Festival de Cosquín era la catedral de la música latinoamericana, nuestra reválida. Fue una odisea llegar a esa ciudad de Córdoba (Argentina), cantamos isas, una cueca y una zamba. Cuando vi los pañuelos y a Julio Marvin, el presentador, diciendo, “vienen nuestros hermanos de las Islas de Canarias…”, fue memorable. Y la anécdota tuya con Facundo Cabral, que te dijo “lo que me ha costado llegar a Cosquín”. A nosotros nos costó un largo viaje en carretera por una huelga de aviones”.

-Uno de los sucesos que pudo abortar la historia de Los Sabandeños tal como la hemos conocido fue un accidente de tráfico que casi no lo cuenta.
“Ah, sí, volví a nacer una noche de Reyes. Mi primer coche se me deslizó contra uno de los guardacantones, y se me quedó colgando. Iba con Juan Oliva. Lo llaman desde entonces la Curva de Elfidio y allí han puesto el Monumento a Los Sabandeños”.

-¿Y cuántos ‘accidentes’ o crisis han tenido en 50 años?
“Hemos tenido tres crisis, porque lo último fue una escisión. Formaron otro grupo que se llama Atlante, que está muy bien. Son roces de convivencia. Ahora tenemos una Casa y vamos a reconvertirnos en una fundación”.

-¿Viera y Clavijo estaría orgulloso de Los Sabandeños?
“Nunca se sabe. A Viera lo hemos adorado. Su Chulada burlesca a la intemperie de la ciudad de La Laguna es una joya. Me gustaría poderla montar y cantar. “Señora doña Laguna no se ponga curra…”, era un gran bromista”.

-Íñigo los llevó a TVE. ¿Les abrió ‘la muralla’?
“Nos dio un espaldarazo. Y te refieres a que una vez nos dijo que no cantáramos La Muralla porque estaba invitado el doctor Barnard, medio racista y amigo del marqués de Villaverde, yerno de Franco, y la canción decía: “tráiganme todas las manos, / los negros sus manos negras, / los blancos sus blancas manos”.

-Franco y Los Sabandeños tropezaban a menudo.
“Sí, otra vez, en Prado del Rey, Kiko Ledgard llegó al camerino y nos dijo: “No pueden cantar El Reloj, porque dice “reloj no marques las horas…, / porque mi vida se apaga”, y Franco se está muriendo”.

-¿Cómo se le ocurrió pedirle a Franco que apagara la luz del Pardo?
“Sentó como un tiro. De Gaulle había perdido las elecciones francesas y apagaba la luz del Elíseo. Pedí lo mismo en España. Salcedo me arropó frente a la empresa. Después casi me hacen un Consejo de Guerra porque reproduje un artículo contra la pena de muerte, coincidiendo con el proceso de Burgos. Me denunció, como dije, un periodista, y el teniente general don Luciano García Machiñena, mi exprofesor de inglés, paró el proceso. Yo ya tenía preparado el pasaporte con mi mujer para irme a Venezuela, donde estaban mi padre y mi tía María Rosa; “allí no me muero de hambre”, pensé”.

-¿Qué cara puso el rey Felipe VI en el Teide cuando le cantaron el otro día el ‘Himno de la Lucha Canaria’?
“Se echó a reír. Le pusimos la manta”.

-¿El Canario, que decía el cronista de Indias, estaba olvidado?
“La frase de López de Gomara, el cronista de Indias (“dos cosas andan por el mundo que ennoblecen estas islas: los pájaros canarios, tan estimados por su canto, y el Canario, baile gentil y artificioso”), me decidió a hacer el rescate del Canario. Sí, estaba completamente olvidado.

-Valentina la de Sabinosa sacaba los fósiles del tambor…
“Le produje su único disco en los estudios de Fernández Parejo. Era muy auténtica”.

-¿Cómo recuerda a Nanino Díaz Cutillas, su socio de ‘las dos orillas’ en RNE en tiempos de José AtonioPardellas?
“¡Qué buena gente era! Yo le llevaba invitados a Tenderete (TVE) y nos pasábamos la noche de fogalera a hacer tiempo para no pagar el hotel”.

¿Qué le deben Los Sabandeños a Teobaldo Power?
“Uno de nuestros discos más importantes, el de Los Cantos Canarios, de música comparada entre ayer y hoy”.

-Se cumplen 40 años del estreno de La Cantata.
“Nace cuando encuentro el poema de Ramón Gil-Roldán (La Tierra y la Raza) publicado en 1927 en la revista Hespérides. Era un canto reivindicativo del aborigen frente al invasor: “Rodrigo de Barrios, fanfarrón y pendenciero…”. Me gustó tanto que cuando me tropiezo con la Cantata de Santa María de Iquique, de Quilapayún, la hice. El estreno en el Guimerá en 1975 fue apoteósico. El gobernador civil, Fraile Poujade, se marchó enfadado. Los recitados de Manolo Melián estaban muy logrados. Ya conseguí lo que leyó Cuscoy”.

-Usted ha contribuido a dignificar al guanche.
“A los diez años escribí el poema Islas Canarias en el Instituto Cabrera Pinto, donde me preocupé de destacar que guanche quiere decir hijo de Tenerife. Estaba considerado despectivamente. Y lo pusimos en el palco.

-¿Si se calla el cantor calla la vida?
“Sí, yo creo que sí. Mi amigo Horacio Guaraní tiene mucha razón. El cantor ha sido el gran defensor de las causas difíciles y perdidas. ¿Qué hubiera sido de la Transición sin Serrat, sin Raimon, sin Labordeta, sin Sabina, sin Voces Ceibes, sin Los Sabandeños…?”.

-Dacio Ferrera, Mena, el Minuto, el Orejas, ausentes.
“Dacio fue un number one. Le podía mucho su bohemia. Fue un maestro. Mena era maravilloso, murió joven. El Minuto y el Orejas aportaban mucha alegría”.

-¿Qué habría sido de ustedes sin Columbia, Manzana o Teddy?
“Han sido claves. Columbia, Zafiro y Manzana, donde Alberto Segura no escatimó esfuerzos, creyó en nosotros. Por cierto, le pedí discos nuestros para Julio Iglesias, que está interesado. No hace mucho dediqué un tema a Teddy y a Caco, dos grandes amigos. Teddy nos potenció, ha sido víctima de una partida de ingratos”.

-¿Del centenar y pico de discos, tiene favoritos?
“La Cantata, las Seguidillas del Salinero, las antologías del folklore, los 3 Reyes Magos, la Misa…”.

-Esta última hizo que Millares fuera a misa.
“Un personaje inolvidable. Nos hizo la portada de la Misa Sabandeña y lo llevamos por primera vez a una misa en la catedral de Las Palmas cuando la cantamos”.

-Cuando tuvo el bastón de alcalde pareció retractarse de la fusión Santa Cruz-La Laguna. ¿Por qué?
“Fue una imposición de la estrategia del partido (CC), en las elecciones del 87 como estandarte. Y dio buen resultado. Después lo llevé al pleno, se perdió por un voto y fue lo mejor. Como lo mejor ha sido el Patrimonio de la Humanidad, a lo que dediqué años de trabajo”.

-Usted también gobernó La Laguna con doce.
“Tienen que contar con algún apoyo del PP, ya que Ciudadanos no quiso. Yo goberné con 12 y le di la concejalía de Alumbrado a Julio Fajardo, y la de cementerios a Benjamín, que eran independientes. Ahora solo espero que se fragüe la unidad nacionalista, que permitió el buen hacer de Mauricio con un grupo en el Congreso”.

F. P.
F. P.

[sws_grey_box box_size=”100″]LOS DEL RABO BLANCO Y LOS DEL RABO NEGRO
A los once meses, Elfidio Alonso vio por última vez a su padre. La guerra los separó. A los 14 años, mediado el siglo pasado, se reencontraron en Francia, tras un viaje en un frutero de Fred Olsen con su madre. Don Elfidio Alonso Rodríguez los esperaba en El Avrey pasaron 40 días en París. Pero el contacto no se reanudó hasta treinta años más tarde, en Venezuela, adonde Elfidio voló ya en calidad de sabandeño. Esa accidentada relación padre-hijo es uno de los episodios de la biografía del músico lagunero que resulta más sorprendente. Porque los lazos no se rompieron nunca, a pesar de la distancia y la falta de noticias. Y la influencia del padre en el hijo fue tal, pese a estar ausente durante media vida del hombre que el 1 de agosto cumplirá 80 años, que Elfidio hijo fue periodista y político como su padre, calcando el hilo argumental de un guión predeterminado genéticamente (también su abuelo materno presidió el Cabildo de El Hierro en la República), y heredó la debilidad por la copla de los Alonso, su padre y sus tías Nieves y María Rosa. Cuando don Elfidio padre pasó en Tenerife, en casa de su hijo, la última etapa de su vida, para desandar los años huérfanos del director de Los Sabandeños, la sociedad tinerfeña recuperó a uno de sus personajes del exilio. Había sido diputado republicado, subsecretario con Largo Caballero y Juan Negrín y director del ABC republicano de izquierda en Madrid. Los Lucas de Tena, propietarios de la histórica cabecera, le agradecieron siempre que salvara el archivo del periódico de ser saqueado durante la guerra. Cuando salió de España por la carretera de Irún siguió la única ruta posible hacia Francia caminando conminado por los soldados senegaleses hasta un campo de concentración a la intemperie, donde estuvo a punto de morir. Había sufrido por el camino un ataque propio de su tuberculosis y debió abandonar la maleta. Llegó sin nada y sin aliento. Samitier, el jugador del Barcelona y de la Selección Española, lo fue a visitar y lo ayudó a evadirse con un abrigo y un sombrero, sin ser descubierto por los vigilantes coloniales. “Mi padre me contaba que se tuvo que afeitar con saliva porque no tenía agua”. Vivió en París y emigró a Santo Domingo, donde trabajó en la prensa en tiempos del dictador Trujillo. “Para don Elfidio Alonso, que sabe más del Chivo que yo”, le dedicó su novela Vargas Llosa. La madre, Asunción Quintero, sacó al hijo adelante. Abandonó una vida confortable con sus padres en El Hierro, cuando el marido se alejó para siempre, y trabajó duro en Tenerife, “hasta fregando pisos, si era necesario, para darme una carrera”. Era republicana, de izquierdas. Antes de que el periodismo se impusiera a la abogacía cuando Elfidio tuvo que elegir, una de las razones por las que no ejerció Derecho fue su negativa a jurar los Principios Fundamentales del Movimiento. El mismo rejo que el padre y la madre. Estaba abocado a decantarse entre las letras y las artes. Escribía teatro, novelas, hacía películas y guiones de cine, coplas y cantaba como Jorge Negrete en los casinos del rabo blanco y el rabo negro (los pudientes y los pobres) en El Hierro y motetes en latín en los coros de La Laguna, como su abuelo Ambrosio Alonso, sochantre de Las Catalinas de Tacoronte. No obstante, la música, que guardaba cola en esa suma de vocaciones, parecía pasajera. Estaba el buen oído, herencia de cuna. Dicen que de niño, su pariente Quique Martín, mayor que él, lo arrullaba, acaso le cambiara algún pañal, y le cantó. Elfidio (que reivindica el apodo de Pandereta y la confiere resonancias guanches) creció con el hábito del folclore gracias a Quique, que le inculcó los conocimientos básicos, el sonido del timple y el rasgueo, y le acompañó hasta la muerte en la bicefalia de la dirección de Los Sabandeños. Él fue el que le puso al grupo la manta esperancera. “Nos fuimos turnando cada uno para que Zenón nos hiciera la foto con la manta de Quique para la portada del primer disco”. Florentino Pérez (ajeno a que Elfidio estuvo a punto de fichar por el Madrid de baloncesto en tiempos de Pedro Ferrándiz) recibió un doble regalo de José Ramón de la Morena en Brunete, a través de la Fundación de El Larguero: Los Sabandeños le pusieron la manta y le cantaron su versión del himno de la décima, con el mérito de que el grupo es mayoritariamente afín al Barcelona. La copla gobierna las musas literarias de este autor precoz, que escribe versos desde los ocho años: “El día de San Antonio / fue día de mi abuelo. / En la escuela La Graduada / me dieron un caramelo”. Esto lo escribió a esa edad en el aula donde cincuenta años más tarde se sentaría en su despacho de alcalde. Es todo un erudito del género, del que tiene prometida una antología, con cuartetas como esta: “No digo que sea un jardín, / ni que es la isla más bella, / digo que muero por ella / y que en su tierra nací”, de María Rosa Alonso, la filóloga y ensayista, Premio Canarias como el grupo de su sobrino. Y como esta del padre, que don Elfidio cantó una vez de puertas adentro, con las heridas del exilio: “Yo ya no soy el que era, / ni quien solía yo ser. / Soy un cuadro de tristeza / arrimado a la pared”. Para conjurar la picadura del parásito de la edad, Elfidio se recrea en sus siete nietos y en la llegada del primer bisnieto, Diego, hijo de Octavio, ingeniero industrial afincado en Madrid, que ha hecho a su vez a sus padres, Magda Alonso y Juan Luis Calero, un par de jóvenes abuelos. El retoño ya sabe cómo cantan Los Sabandeños, cuatro generaciones después”.[/sws_grey_box]