Escaño 61

Durante la sesión de investidura de Fernando Clavijo que se desarrolló esta semana en el Parlamento de Canarias apareció en varias ocasiones un debate muy de moda sobre la “nueva y la vieja política”, un debate que muy pocos terminan de definir con claridad en qué consiste y que parece más un eslogan publicitario que verdaderamente un planteamiento ético y político en profundidad. Y frente a esa dicotomía entre “vieja” y “nueva política” alguien planteó que la diferencia real es entre la “buena” y la “mala” política. No puedo estar más de acuerdo en que es más acertado esta confrontación entre lo bueno y lo malo que entre lo viejo y lo nuevo. Pero más allá de esto, lo que si pareció flotar como una especie de leitmotiv en todas las intervenciones, una especie de musiquilla de fondo que inspiraba en mayor o menor medida los discursos, es la idea de que algo debe cambiar en esta novena legislatura y que el papel democrático de los ciudadanos de las Islas no puede limitarse exclusivamente a acudir cada cuatro años a las urnas, y que algo debe hacerse para superar cierto hastío democrático. Y en este sentido, en mi modesta opinión nadie o casi nadie ofreció medias concretas para alcanzar una mayor participación de los ciudadanos en la política regional y para profundizar en la regeneración de la vida política en las islas. Mucho debate sobre el sistema electoral que se limitó a si se creaba o no una comisión de estudio, pero poco sobre las ideas concretas de unos y otros sobre la alternativa al sistema actual. Por eso es preciso no limitar esta nueva etapa en esta nueva legislatura exclusivamente al debate sobre el sistema electoral. De nada servirá si no se acompaña con una auténtica agenda de regeneración política. Es un clamor ciudadano. Limitación de mandatos del presidente y altos cargos del Gobierno, el fin de la inviolabilidad y el aforamiento de los diputados autonómicos, la modificación del reglamento del Parlamento para ampliar las comparecencias de altos cargos en las comisiones y la participación ciudadana en los procesos legislativos, la introducción de procesos de selección de altos cargos conforme más a méritos y capacidades que ha cuestiones de equilibrios entre partidos, algo que algunos candidatos prometieron en la campaña, la modificación de la normativa sobre iniciativa legislativa popular para permitir un mayor recorrido parlamentario de las mismas, etc. Poco o nada al respecto se escuchó entre las paredes del viejo conservatorio esos dos días de debate. Somos 60 hombres y mujeres los que tenemos la responsabilidad de liderar esta nueva etapa de cambio político en Canarias, pasar de la “mala” a la “buena política” sin perder de vista que de manera simbólica hay un escaño 61 fuera del hemiciclo en el que la ciudadanía espera poder jugar un papel más directo en la toma de decisiones que marcarán el futuro de las islas en los próximos años.