nombre y apellido

Esteban Lisa

Con la recepción atrasada de un catálogo, renuevo mi admiración por un español del exilio que integró el cuarteto pionero de la abstracción en Iberoamérica junto al italiano Juan del Prete (1897-1987), autodidacta afincado en Buenos Aires, el argentino Emilio Pettoruti (1892-1971) que realizó óleos y collages entre Italia y Francia, y Joaquín Torres-García (1874-1949), el uruguayo que atendió encargos catalanes en el lustro republicano. Nacido en Hinojosa de San Vicente, el toledano Esteban Lisa (1895-1983) fue, hasta casi hoy, un absoluto desconocido para la crítica europea, tanto por el desinterés de ésta como por el deseo del pintor, que renunció a las exposiciones y destacó como pensador y, sobre todo, en la docencia que, tras sus primeras ocupaciones como limpiador de cristales, mensajero y bibliotecario, le permitieron una vida larga y desahogada. Una muestra en la Biblioteca Nacional y una monumental retrospectiva abierta en el Museo de la Santa Cruz, con motivo de los actos organizados en homenaje a El Greco, en el pasado 2014, en la Ciudad Imperial, sirvieron para reparar el largo olvido y ponderar la estatura de un idealista que basó la abstracción en la filosofía, la ciencia, la música, la estética y la ética. Con estos valores formuló su teoría de la cosmovisión, firmó una notable producción plástica y veinte publicaciones editadas y divulgadas por medio mundo, en las que reflexionó sobre el papel de los intelectuales en la sociedad y la instigación de las virtudes y comportamientos morales que compete a las bellas artes. Desde las masas geométricas del primer tercio del siglo, con planos de rotundo y brillante colorido pasó, a mediados del siglo XX, a los que bautizó como actos espaciales, donde estilizó formas y suavizó gamas; finalmente, y bajo el enunciado líneas y colores, introdujo un universo de símbolos, trazos sugestivos y elementos fabulados e irreconocibles y una personalísima sofisticación de la paleta que certificaron una espléndida madurez que lo situó justamente entre los maestros de la centuria pasada. En un mercadillo bonaerense compré, hace dos décadas, un librito fechado en 1956 y que me sorprendió por su título -Kant, Einstein y Picasso- una digresión inteligente y amena sobre estos nombres capitales de la cultura occidental, pero no fue hasta el pasado otoño cuando conocí de modo directo su pintura que, al fín, llegó a España con el patrocinio estatal y la disposición de la Fundación Esteban Lisa, depositaria del grueso de su producción.