el dardo

Iglesias y Podemos

Pablo Iglesias está mostrando estos días su verdadero rostro de político cínico, descarado, insolente y demagogo. Con adulterados ropajes democráticos, se envuelve en la bandera del falso progresismo y la defensa de los más débiles -de ahí su apoyo incondicional a Tsipras frente al criterio de los gobiernos de los 28 países socios de la Unión Europea-, pero luego impone un modelo de primarias al más puro estilo bolchevique, con el visto bueno del Consejo Ciudadano estatal. Más de 700 cargos del nuevo partido -entre ellos 70 canarios- y algunos miles de militantes y simpatizantes se han rebelado contra una especie de pucherazo que permitirá al líder de Podemos y su equipo de incondicionales elegir en circunscripción única a los candidatos a las elecciones generales que les vengan en gana. Puede parecer extraño, pero una formación de nuevo cuño, que nace con la pretensión de regenerar la democracia e ilusionar a los ciudadanos, va a traer en los próximos comicios a esos diputados cuneros de los viejos tiempos, candidatos distintos a los de sus provincias de origen o residencia. Cada día que pasa, más se le cae a Iglesias la máscara del engaño para dejar a la vista la desnudez de su proyecto y la utilización de las mismas, si no peores, prácticas de los partidos de la casta a los que pretende combatir. Claro que esto es lo que Monedero llamaría leninismo democrático, un juego de palabras absolutamente falsificador porque nada hay más antidemocrático que las prácticas leninistas y de la vieja organización comunista en la que beben ideológicamente los máximos dirigentes del nuevo partido. Los críticos de Podemos prefieren unas primarias basadas en criterios de proximidad y cercanía, para potenciar la relación de los inscritos con los candidatos. Así se mejoraría la implantación territorial gracias a la utilización de un sistema electoral proporcional más representativo en el que los distintos territorios dispondrían de autonomía para poder votar a sus propios candidatos. Pero, ay, la dirección de la formación política prefiere un control centralista de las listas de unidad popular con la elección dedocrática entre la suma de siglas, candidaturas y puestos reservados a los socios y amigos de Podemos que se apunten a su nueva causa electoral.