NOMBRE Y APELLIDO

Juan José Falcón

En la representación del Carro Alegórico y Triunfal, la reliquia barroca que perdura en la Bajada de las Nieves, entre los versos magros y la suntuosa armonía de Cobiella Cuevas, evocaré al culto y cordial Juan José Falcón Sanabria (1936-2015), que falleció en la mágica y bulliciosa Noche de San Juan, exactamente dos años después que su colega palmero. Le conocí y frecuenté en una etapa inolvidable, donde razones laborales repartieron mi tiempo entre Las Palmas y Santa Cruz, dos capitales en liza, animadas por la urgencia del cambio político y la fiebre cultural que traen las libertades recuperadas. Sabido mi origen, mostró viva curiosidad por el sentimiento y la vocación musical de los palmeros, “porque el arte es, ante todo, impulso y aptitud y, luego, trabajo, documentación, técnica y todo lo demás” y asumió, “como un deber instructivo conocer a un pueblo que mantiene y actualiza sus tradiciones seculares y hace teatros y músicas al modo del Siglo de Oro”. Esa singularidad tan admirada estuvo presente en nuestros encuentros con amigos comunes y en ocios culturales en las últimas décadas. Disfruté con sus excelencias en la música coral, tanto con los escolares de Alba Vox, como con la Schola Cantorum y la Polifónica Universitaria, agrupaciones de amplio prestigio y reconocimiento dentro y fuera de Canarias; y tuve la oportunidad de saborear las primicias de una solvente alternativa de himno para la joven Comunidad Autónoma, encargada en la primera presidencia de Jerónimo Saavedra, estrenado y grabado y, luego, como tantos afanes útiles, olvidado, tras debates espurios sobre temas puntuales, acotados y agotados en el tiempo, alternativas populistas, como el pasodoble de Tarridas y, finalmente, la sombra triunfadora de Power, aliñada con versos socorridos. En el sentido obituario, extendido a todos los medios en los últimos días, se hace justicia a Falcón Sanabria que, en la defensa de la libertad creativa y en la apuesta por la modernidad, dejó composiciones notables “en un lenguaje propio, independientemente de que sea bueno o malo, pero al margen de los ismos, sin sometimiento a leyes previas sino a las creadas en cada caso ya para cada pieza, porque vivimos una época de síntesis que no sólo implica a la música sino a todas las artes”. Animado por una vocación a toda prueba “para trascender la mera técnica y comunicarse sin barreras”, los últimos años los dedicó a la composición, con la íntima convicción en un futuro generoso que “allá donde se encuentren, pondrá a las obras y los hombres en el sitio que les corresponde”.