nombre y apellido

Laura Antonelli

Con la noticia de su fallecimiento en su casa de la periferia romana, evoqué a una justa destinataria del piropo más usado y enfático de cuantos emplea un pueblo alegre y galante y que dedica, por igual, a la madre, a la hija, a la esposa, a la novia, a la calle, la plaza, la casa o la noche. Laura Antonelli (1939-2015) fue la piu bella del mondo entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo, símbolo de deseo y estrella del celuloide atrevido y pícaro en el que enseñó su perfecta y sensual anatomía. Debutó con veinticinco años en Los dieciséis, de Luigi Petrini y, desde entonces, enlazó una docena de éxitos fáciles, en su mayoría, comedias calientes de Luigi Comencini, en plena rivalidad a la hora de lucir encantos con la seductora holandesa Sylvia Kristel. Pero no se quedó en la hermosura su fama y, en 1973, dio su primer campanazo internacional con Malicia, de Salvatore Samperi, con la que alcanzó el David de Donatello a la mejor actriz; Dino Risi la unió con Giancarlo Giannini, su pareja de referencia en numerosos títulos, en Sexo Loco; y el gran Ettore Scola, en 1981, la convirtió en protagonista de Entre el amor y la muerte, que le valió la segunda estatuilla por su destacada interpretación. Compañera sentimental de Jean Paul Belmondo, la tormentosa relación y la violenta ruptura con el actor francés la sumió en el pozo de la droga, bajó su caché y se espaciaron sus trabajos; su último film -Malicia 2000-, un remake sin sentido estrenado en 1991, pasó sin pena ni gloria y, a partir de ahí, todas las noticias sobre ella fueron sórdidas y tristes, desde una desgraciada operación de cirugía estética que, lejos de mejorar su imagen, la desfiguró por completo y para siempre, hasta conflictos judiciales que, aún resueltos a su favor, mancharon su dañada reputación; huyó de los amigos y se encerró en una casona solitaria en la que, una mañana cualquiera, la asistenta por horas la encontró sin vida. Este fin de semana, sin prisa y con buenos amigos, recuperamos El inocente, un viejo proyecto de Luchino Visconti, estrenado en 1976, el mismo año de su muerte; el aristócrata milanés recreó una novela escandalosa de adulterio e infanticidio que el brillante y prolífico Gabriele D’Anunzio publicó en 1892 y mostró a una espléndida Laura Antonelli, rica en sentimientos y matices que, por derecho, entró para siempre en la historia grande de la cinematografía europea.