AVISOS POLÍTICOS

Una novela negra

El escritor griego de novela negra (nacido en Estambul) Petros Markaris ha declarado: “Esta crisis no la ha creado Angela Merkel. Si Grecia está como está, es culpa nuestra”. Reconforta leer manifestaciones de este tipo y comprobar que aún existe un sector de ciudadanos griegos sensatos que no siguen ni comparten la serie enloquecida de despropósitos y chantajes de Tsipras y su gente. Markaris, además, ha adquirido notoriedad estos días porque la trama de ficción que construyó para uno de sus libros se está acercando peligrosamente a la realidad. En efecto. En Pan, educación y libertad, el tercero de los volúmenes que componen su Trilogía de la crisis, Markaris fantasea con una Grecia que, después de entrar en una espiral de impagos y quiebra del Estado, se ve obligada a abandonar el euro por una dracma brutalmente devaluada, seguida de España e Italia.

Gracias al denostado Gobierno de Mariano Rajoy, y pese a sus muchos errores y disparates tácticos y estratégicos, que hemos denunciado, España se ha alejado definitivamente de ese escenario y no hay ninguna posibilidad de un corralito en los bancos españoles, un corralito que tuvimos muy cerca en los infaustos e irresponsables tiempos de Rodríguez Zapatero. Italia, por su parte, también se encuentra fuera de peligro. Los españoles que en su momento criticaron o no entendieron la ayuda a la banca española lo comprenderán ahora. Esa ayuda evitó que sufriéramos un corralito griego al más puro estilo argentino, con los bancos cerrados y un límite de sesenta euros diarios de dinero propio a obtener de los cajeros que todavía funcionasen y no estuvieran bloqueados o hubiesen agotado sus existencias.

Las manifestaciones de Markaris contrastan con las del primer ministro griego en el Parlamento europeo: “La crisis griega representa la impotencia colectiva de Europa”, aunque añadió que es consciente de “lo crítico de este momento” y aseguró que asumirá su responsabilidad. No, la crisis griega es la consecuencia del triunfo en ese país de opciones absurdas e irrealizables, que venden humo; de querer disfrutar de un bienestar privilegiado, de un idílico bienvivir, sin poseer recursos para afrontar su financiación y sobre la base de no devolver lo que nos prestan. Vivir de los extranjeros, en una palabra. Y no de los mercados ni de los famosos explotadores capitalistas, sino de los ciudadanos europeos de a pie, que deberemos financiar unos gastos que no hemos generado. No olvidemos que con el Gobierno anterior a Tsipras, Grecia estaba creciendo al 3% en términos macroeconómicos, y que la actual situación es el resultado de las políticas del Podemos griego.

La solución natural de una crisis como la griega sería su salida del euro y la vuelta a una dracma brutalmente devaluada, según advertíamos antes. Para hacernos una idea de lo que significaría eso, imaginemos que en España volviésemos a la peseta como secuela de una crisis similar: no volveríamos a una peseta al cambio actual con el euro, sino a un cambio de mil o dos mil pesetas por euro, un cambio aplicable automáticamente a todos los depósitos bancarios y las transacciones comerciales. No hace falta explicar el empobrecimiento generalizado que sufriría la población. Habría que añadir, además, las consecuencias del uso unilateral y no legal del euro en una economía sumergida de proporciones gigantescas, como ocurre en Kosovo y en Montenegro, y de otra forma en Bosnia-Herzegovina y hasta Bulgaria. Igual que sucede en Venezuela, por ejemplo, surgiría también un mercado alternativo de cambio de divisas, con tipos diferentes.

El gran problema es que la normativa europea no prevé la salida del euro y, por consiguiente, no establece ningún procedimiento o protocolo para hacerlo. Y no lo establece, entre otras cosas, porque la salida del euro de un país, además de comportar consecuencias desastrosas para ese país, también sería muy negativa para la propia moneda y para la zona euro en su conjunto. Por eso Europa está manteniendo la negociación con Grecia más allá de los razonable, y por eso Tsipras persiste en su chantaje a las instituciones y, sobre todo, a los ciudadanos europeos.

Este chantaje impune estuvo presente en el inesperado y contundente resultado del referéndum griego, con el consabido error de las encuestas y sondeos producido por la resistencia de muchos votantes a revelar el sentido real de su voto. El “no” ganó por amplia mayoría porque Tsipras logró transmitir a los votantes la falsa idea de que se puede mantener el pulso con Europa indefinidamente, y de que la victoria de la opción negativa era necesaria para seguir tensando la cuerda y mareando la perdiz. Ahora el Gobierno griego pide oficialmente un tercer programa de ayuda financiera, con un montante de cincuenta mil millones de euros y un préstamo a tres años, y a cambio prepara un paquete de reformas de doce mil millones, ofrece cambios tributarios inmediatos y se compromete a realizar un ajuste en el sistema de pensiones. El plan incluye una subida del IVA y del Impuesto de Sociedades. ¿Se llegará a un acuerdo en la cumbre europea de hoy domingo? Se llegue o no, hay material para una entretenida novela negra. Como en las mejores del género, los que parecen buenos son bastante malos y chantajistas, y los que parecen malos son bastante buenos. Y muy pacientes.