Bienmesabe

Palos de ciego…

No conozco personalmente a doña Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid. Sin embargo, debo decir que siento por ella una gran simpatía personal, porque me parece que es una mujer bienintencionada que ha decidido entrar en política para llevar un poquitito de justicia a esta sociedad. Pues bien, como es sabido, a todo político que se estrena en un cargo se le suelen conceder cien días de gracia antes de comenzar a juzgarle por lo que haya hecho o dejado de hacer. Y a mi me parece, honradamente, que doña Manuela está dando demasiados palos de ciego y, además, demasiado pronto. No la culpo por su inexperiencia en política, pero me gustaría que fuera más cuidadosa en los consejos, sin duda malos, que le están aportando los que se encuentran a su alrededor. Prometer en campaña un banco público es una idea preciosa, pero utópica. Es decir, irrealizable en las condiciones actuales. Pero se le puede perdonar su natural inclinación por disponer de una entidad bancaria que sea más humana y más cercana a los ciudadanos. Lo que no se le puede perdonar es que pierda la oportunidad, personal y política, de convertirse en una alcaldesa de referencia ideológica y ética de cara al futuro. Ella tiene en sus manos el poder de mejorar muchas cosas sin necesidad de entrar en detalles ni tecnicismos. Pero lo que me parece que no debe hacer es dejarse llevar por el ímpetu cuando formula propuestas cuyo alcance de no ha medido previamente. Quiso que muchas mujeres y hombres en paro y en grave situación de exclusión social formaran una cooperativa para limpiar colegios y dependencias públicas municipales. Le honra el proyecto. Pero debió calcular con tiempo que dañaría el sueldo y la estabilidad laboral (seguramente muy precaria) de las trabajadoras y trabajadores de empresas de limpieza privadas asentadas en Madrid, que no vieron con buenos ojos lo que doña Manuela creyó que era una buena cosa para todos. Posteriormente sugirió cobrar tasas municipales a los cajeros automáticos de los bancos. Cuando todo el mundo sabe que dicha tasa terminarían pagándola los vecinos y no los bancos. También dicen que se sacó de la manga una tasa turística para incrementar la recaudación del ayuntamiento y destinar más dinero a políticas sociales. Otra loable idea de la alcaldesa, pero que se da de bruces contra una avalancha humana de turistas que ya dejan mucho dinero en la capital y que a lo mejor se marcharían a otros destinos con tal de no pagar la tasa. Además, la alcaldesa quiere retirar los nombres franquistas de las calles de Madrid, cuestión que encima es una exigencia de la ley. Pero tal proyecto, que comparto con ella plenamente, puede encargarlo a una comisión técnica presidida por uno de sus tenientes de alcalde, mientras ella se dedica a menesteres políticos de mayor altura, no de miras, no de bondad, que se le nota perfectamente que le sobran porque es una mujer bondadosa. Me refiero a que una alcaldesa como ella debe poner en marcha ideas verdaderamente innovadoras, que dejen huella en Madrid y que sean ejemplo para otras ciudades españolas. ¿Qué ideas? Ella sabrá. La juzgo una señora suficientemente curtida en el análisis de los movimientos sociales, el sufrimiento de las clases más desfavorecidas y el dolor que está sembrando el capitalismo salvaje sobre los seres humanos. Ahí es dónde tiene que dar la talla. Ahí es dónde debe concentrar todo su entusiasmo para que todos terminemos reconociéndola como una adalidad de los desprotegidos. No queremos que sea Santa Teresa de Calcuta y estoy seguro de que ella no espera que el Papa Francisco la beatifique. De la pecata y mediana minuta madrileña que se ocupen sus concejales y sus gerentes. Ella debería estar en ese otro nivel. El que distingue a los seres humanos que deslumbran por su bondad y por su sentido justo de la vida.

Primer consejo, aunque no me lo haya pedido: cierre la web que dicen la defiende a usted de la mala baba de la prensa. Usted no necesita ninguna web que la defienda. Haga el bien y no mire a quien. Y la prensa, que diga lo que tenga que decir sin que a usted le duela. El dolor de usted va con el cargo. Haga lo que haga no saldrá del candelero hasta que se retire y vuelve a su casa. Para entonces, deje tras sí la estela de una mujer sabia.