1. Aunque en otros lugares sea más agresivo, en el DIARIO DE AVISOS, periódico en el que entré en 1976 y estuve hasta 1984, si no recuerdo mal, sólo me apetece hacer periodismo anecdótico. Es un homenaje a la dulzura relatora; aquí no me apetece politizar la sección. El jueves me reuní a almorzar con dos amigos. Al comandante piloto Santiago Abril no lo veía desde hacía más de treinta años y el otro día nos encontramos en plena calle. Y es difícil, porque yo no salgo. Y al comandante Casto Martínez lo veo con frecuencia porque nuestras familias son amigas. Estuvimos pasando revista a amigos que han desaparecido, a las formas sociales de antes e, incluso, a la profesión de aviador, que tiene tanto encanto y que encierra tanta miseria. Santi Abril tiene una vida de novela que un día habría que poner en orden en un libro. Pero él quiere pasar desapercibido y no contar que hace muchos años le tocó la lotería dos veces, los golpes que le ha dado la vida y sus incuestionables éxitos.
2. Al margen de las coñas de personas que se conocen hace más de treinta años, estos dos excelentes pilotos, con largas trayectorias en diversas compañías de aviación, son auténticos estuches de sabiduría. Como he seguido tan de cerca la vida de los aviadores y de sus aviones en Canarias, a mí me encantan estas historias. Santi, en un Fokker, me dio hace más de treinta años una excursión memorable por el cráter del Teide y yo jamás he visto un paisaje tan hermoso desde el aire. Era una forma distinta de volar, ya no se pueden hacer estas cosas porque todo está más reglado y porque todo ha cambiado.
3. Yo aprendo mucho de los pocos amigos que tengo. Algunos, como Juan-Manuel García Ramos, me piden que no los nombre. Me divierto mucho con lo viejo, que es lo que nos queda a quienes, inevitablemente, nos alimentamos mucho de los recuerdos. Ahora quiero ser un fabricante de columnas amables, aunque en ocasiones se me llena la cachimba y largo. Pero procuro mantener el discreto encanto de la anécdota. La comida con estos dos amigos la vamos a repetir, porque se quedaron muchas cosas sin ser tratadas. Ya les contaré, si ellos me dejan.
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