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La Plaza de Toros

La Plaza de Toros, siempre ha sido un referente para mí. Nací cerca, en la calle Pérez de Rozas, y terminé viviendo enfrente, en la Rambla. Tengo en mi memoria muchas imágenes relacionadas con la Plaza de Toros, tanto en mi infancia como en mi juventud. Es un recinto que relaciono con la felicidad, con haber presenciado grandes espectáculos y con habérmelo pasado muy bien. Ahí nació mi afición taurina. Tengo fotos de la primera vez que asistí a una corrida de toros, en mayo de 1956. Tuve la oportunidad de ver en ella, a lo mejor del toreo de la época: El Cordobés, Palomo Linares, Curro Romero, Julio Aparicio… Quién me iba a decir que iba a terminar siendo un referente como aficionado e iba a dar conferencias, aparte de formar parte de jurados de premios taurinos. En ese coso santacrucero también hemos sido testigos de noches gloriosas escuchando a los grandes de la música  de nuestra época. Serrat, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Rocío Jurado, Rubén Blades, Tito Puente, Celia Cruz… Todos los grandes pasaron por ese escenario. También el recinto acogió los primeros mítines políticos de la democracia y festivales marcados por la solidaridad y la lucha social. Pero yo siempre asocio la Plaza de Toros como un lugar donde íbamos la pandilla de amigos a pasárnoslo bien, a hacer el golfo. Uno de los casos era ir al cine al aire libre, en verano. La película nos daba igual. Íbamos a reírnos, a decir comentarios en alto y a hacer gamberradas. El proyeccionista que estaba en la cabina se llamaba Claudio y durante la proyección, leía novelas del Oeste a la luz de una vela. Dejábamos que empezara la película y al rato empezábamos con las protestas: “Claudioooo… ¡apaga la vela!”. “La velaaa… Claudio”. Ante lo cual el pobre Claudio, acordándose de todos nuestros antepasados, apagaba la vela y se quedaba sin poder leer a Marcial Lafuente Estefanía. Recuerdo también de ver Lucha Canaria y Lucha Libre Americana. Pero lo que más presencia tiene en mi memoria, son las veladas de Boxeo. Aquel Sombrita – Barrera Corpas, con la ciudad dividida. O cuando Juan Albornoz Sombrita le disputó el Campeonato de España a Fred Galiana, siendo noqueado, ante nuestro desencanto, en el sexto asalto. O cuando el mismo Sombrita se proclamó Campeón de Europa ante Sandro Lopopolo. Fueron noches inolvidables ligadas a la Plaza de Toros. Pero igual de inolvidables son las risas, los vacilones y las gamberradas que hacíamos. En el ruedo se instalaba una cantina que servía bebidas entre combate y combate. Al comenzar uno nuevo debía de cerrar, pues en teoría el resplandor de la luz, molestaba la visión. Y ahí estábamos nosotros para recordárlo. Nos dispersábamos y de repente uno gritaba: ¡La luz de la cantina!, a lo que inmediatamente le seguía otro, desde otro lado, ¡La luz de la cantina!, y otro, y otro. La protesta terminaba en un clamor de toda la plaza, ante lo cual el cabreadísimo dueño de la cantina, maldiciendo, tenía que limpiar aceleradamente la barra y cerrarla, sin poder cobrar muchas de las consumiciones. Los ataques de risa nos duraban varios días. Ahora que se lleva tiempo hablando de derribarla, yo pienso que al contrario, había que adecentarla y ponerle unas placas con las siguientes inscripciones: “¡Claudio… apaga la vela!” y “¡La luz de la cantina!”. Es la memoria histórica de nuestra ciudad. Deja ver…