análisis

Un referéndum de la mayor trascendencia

Todo el mundo está de acuerdo. Grecia se la juega este fin de semana, pero Europa también sufrirá los efectos del referéndum heleno, una consulta precipitada, inoportuna, populista y que, además de partir el país en dos, revela que Alexis Tsipras, su primer ministro, es un dirigente sin escrúpulos, un político ventajista y desleal, una persona que no inspira la menor confianza entre sus socios europeos. Pensando en egoísmos nacionales y ambiciones personales, el líder de Syriza ha colocado a los 28 países miembros de la Unión Europea, pero especialmente a los 19 que pertenecen a la zona euro, ante unos hechos consumados a los que se ha llegado sin que nadie fuera consultado con anterioridad. El plebiscito se produce en momentos especialmente delicados para Grecia, que se encuentra al borde del abismo económico y social tras el fiasco de su solicitud de tercer rescate, pero también para la UE, tanto por la larga crisis económica que le afecta como por el escepticismo ciudadano ante el proyecto europeo, la ausencia de soluciones eficientes ante los grandes retos y problemas que sufre el área comunitaria y, en fin, la necesidad de ajustar e implementar el Nuevo pacto para Europa.

Tsipras se lanzó desde su llegado al poder, a finales de enero pasado, cuando la economía griega repuntaba y entraba en vías de crecimiento y recuperación, a una política suicida con la pretensión de cumplir sus promesas electorales -subida de pensiones, adiós a la austeridad, aumento del salario mínimo, renacionalización de empresas…-, mientras solicitaba nuevos préstamos y, simultáneamente, quitas y aplazamientos de deuda a sus socios europeos, al BCE y al FMI, pero sin querer comprometerse con nuevas reformas, para hacer con el dinero nuevo recibido casi lo que le viniera en gana. Tras la flexible respuesta de los acreedores, que no se cerraron en banda sino que aguantaron pacientemente las bravuconadas griegas y las discusiones inútiles, desde posiciones victimistas y ultranacionalistas el primer ministro y el titular de Hacienda llegaron a criticar y demonizar severamente a la dirigencia europea y del Fondo Monetario, a las que calificaron de “antidemócratas”, “criminales” y “terroristas”, por “someter al pueblo griego a un chantaje”, “agitar el fantasma del Grexit” y no aceptar sus pretensiones de un “rescate a la carta”. Buscaban así volcar sobre las instituciones europeas e internacionales la responsabilidad de cualquier problema griego.

Una semana decisiva
El caso es que fallaron las negociaciones, las bolsas perdieron más de 45.000 millones en una semana loca y, en el colmo del cinismo, las autoridades griegas se sacaron de la manga una pregunta enrevesada para el referéndum que además está fuera de lugar porque solicita respuesta para una oferta de los países acreedores del Eurogrupo y el FMI ya desfasada al haber sido sustituida por otra mejor para el país heleno. Luego han venido las idas y venidas diplomáticas, las ofertas y contraofertas entre las partes; el corralito a la Argentina; el reconocimiento del FMI de “la necesidad de una quita” de la deuda y de que Grecia precisa, entre 2015 y 2018, 50.000 millones de euros para su financiación; la solicitud del primer ministro Tsipras de un descuento del 30% de la deuda total del país y un período de gracia de 20 años para el pago del resto, y la negativa del Eurogrupo a negociar nada hasta después del referéndum y, aun así, partir entonces de cero.

Las posiciones están muy enfrentadas y mientras Europa no puede ceder por una cuestión de principios, Syriza se mantiene en la idea de que Grecia debe mantener una postura de fuerza porque la UE no podría afrontar una eventual salida de Grecia del euro sin verse seriamente afectada, de modo que acabará por acceder. Pero las cosas no parecen tan claras. Según la patronal bancaria, la liquidez de las entidades financieras se limita a menos de 1.000 millones de euros. Las sucursales podrían quedarse sin efectivo mañana lunes, mientras se acentúan los problemas con los controles de capital y la economía se descompone. Según el Financial Times, los bancos han preparado planes de contingencia ante el temor de que el sistema financiero se vea precipitado al colapso; tales planes afectarían a los ahorros de los depositantes helenos que superen los 8.000 euros.

Ayudas y perdones
Grecia ha recibido 145.000 millones de euros en fondos de rescate y 52.000 millones más (de ellos 26.000 por parte de España) en préstamos directos. Además, la banca ha prestado 100.000 millones, y 27.000 millones más el Fondo Monetario. En total, 324.000 millones. ¿Cómo no van a pedir los acreedores garantías de pago aunque sea mediante importantes esfuerzos sociales (aumento de la edad de jubilación, subida de impuestos, recortes en salarios públicos y pensiones), controles de déficit y políticas de austeridad y recorte del gasto público, como hizo España… sin llegar al rescate? En 2012 Europa ya le perdonó 100.000 millones de euros mediante una quita de la deuda que afectó al 84% de los acreedores privados que habían comprado bonos del Tesoro. A ello habría que añadir la generosa aplicación de intereses -que, según el Fondo de Rescate Europeo, supone el ahorro del 49% del PIB- y la ampliación de los plazos de vencimiento de la deuda. Como alguien tituló con acierto: “El colmo del dislate: Syriza quema banderas de la UE en las calles mientras pide más dinero en los despachos”.

Si, al igual que ha hecho con el FMI, Grecia no paga el 20 de julio su próximo vencimiento crediticio con el Banco Central Europeo, el país se puede quedar sin asistencia financiera, sin liquidez, sin prestamista de último recurso y entraría en una situación de absoluto descontrol. No todo va a depender del resultado del referéndum, que cuando escribo estas líneas se percibe muy apretado, por lo que los indecisos -un 8% el sábado por la tarde- serán un factor clave. Si gana el no, Tsipras recibiría un respaldo a su política, aunque tendrá que seguir negociando; en cambio, de ganar el sí, querría decir que Grecia quiere seguir en la UE y en el euro y renegociar según las reglas comunmente aceptadas. El primer ministro quedaría en evidencia y estaría moralmente obligado a dimitir en el caso de que no opte por convocar nuevas elecciones, formar un Gobierno de unidad nacional o, algo muy improbable, decida sacar a Grecia del euro.

La única salida posible
Una Grecia sin respaldo financiero del BCE se vería seguramente obligada a dejar el euro y volver a un dracma devaluado, que a su vez -según los especialistas- produciría una fuerte fuga de capitales, elevada inflación y notable pérdida de poder adquisitivo entre los ciudadanos. Y como se ha dicho estos días ante los coqueteos griegos con Putin, Europa no pretende resolver problemas geopolíticos con instrumentos monetarios y cambiarios: para eso están la OTAN, la Política Exterior Común o la Agencia Europea de Defensa. La UE no puede aceptar el chantaje permanente de Grecia ni poner en peligro su propia supervivencia por mucho que Tsipras califique de “humillante” y “ridícula” la oferta que ha recibido por parte de las instituciones europeas. Pese a todo, y si así lo desea, Grecia puede seguir perteneciendo a la zona euro y utilizar el euro como moneda de curso legal, o salir de la zona euro y utilizar el euro aunque no sea la moneda emitida por el Banco Central de Grecia. Incluso si suspende pagos, podría seguir beneficiándose del euro sin ser un miembro de la zona euro. Con esa posibilidad, que amarga a los miembros de la zona euro, juega Tsipras.

El primer ministro sabe que sus posibilidades negociadoras son limitadas pase lo que pase en la consulta de hoy, porque la troika ya se ha ablandado bastante. Su país no necesita más poder negociador sino acabar con tantos engaños, despilfarros e imprudencias económicas. No es lógico que se pretenda vivir de la subvención y la ayuda ajenas. Desde hace décadas, Grecia es una nación en quiebra, con un sector público insostenible con miles de enchufados y que vive muy por encima de sus posibilidades. Si la Unión Monetaria puede que vea comprometido sui futuro sin Grecia, para los observadores europeos Grecia no tiene ningún futuro en la zona del euro si persisten las condiciones actuales. Necesita imperativamente mejorar su sector público, aumentar la productividad y la competitividad de sus empresas, contener el crecimiento de la deuda y aplicar everas medidas de austeridad y recortes. Justamente lo que no quiere hacer Tsipras.