la punta del viento

Santa Cruz, una ciudad coja

Un pueblo sin pasado es un pueblo sin futuro. Esta máxima la hemos oído y leído infinidad de veces y, quizás por eso, nos suena muy tópica, a frase hecha, convencional. Pero en mi opinión es una verdad absoluta. La memoria histórica, el legado patrimonial, la herencia cultural, las costumbres y tradiciones son la base, el tesoro y la guía de cualquier cultura, de cualquier grupo humano. Las piedras antiguas son valiosas no solo cuanto más viejas sean, sino también cuantas más manos humanas las hayan labrado o moldeado a lo largo del tiempo, para contribuir al progreso de una época. Me pareció muy interesante el reportaje publicado el pasado domingo en el DIARIO por la compañera Natalia Torres, titulado Lo que el tiempo se llevó, ilustrado con una magnífica composición fotográfica de nuestro jefe de Edición, Samuel García, que reflejó gráficamente la gran transformación sufrida por uno de los rincones más emblemáticos de la capital tinerfeña: la plaza de la Candelaria. Natalia desgranó en su artículo las conclusiones de un estudio de la profesora Ana María Díaz Pérez, doctora en Historia del Arte, que entre otra cosas afirmó que Santa Cruz de Tenerife es una ciudad que no tiene casco histórico, a pesar de poder presumir de una historia grande y gloriosa, como refleja su escudo de armas. El desarrollismo urbanístico de mediados del siglo XX arrasó gran parte del Santa Cruz añejo. Lo poco de antiguo que queda está muy disperso. Ya lo ha dicho en más de una ocasión el cronista oficial, Luis Cola Benítez: “En Santa Cruz apenas queda nada con más de 300 años de antigüedad”. La capital chicharrera no ha sabido cuidar su historia ni su patrimonio, al contrario que La Laguna, La Orotava o Garachico, por ejemplo. Se modernizó al albor de la prosperidad pero vendió su alma vieja, su corazón de teja y tea. Perdió su identidad original. Esta realidad incuestionable y dolorosa es hoy en día un gran handicap para una urbe que, como pregona su alcalde José Manuel Bermúdez, quiere se ser turística y ofrecer una oferta rica, variada y atractiva para que no pasen de largo los visitantes que llegan a la Isla. La capital encierra, sin ninguna duda, muchos alicientes, pero está coja en un aspecto fundamental: su historia y su patrimonio. La lección ha sido muy dura porque ya quedan pocos vestigios por cuidar o rescatar. Es cierto que en los últimos años el Ayuntamiento ha llevado a cabo iniciativas loables, como las promovidas conjuntamente con la Tertulia Amigos del 25 de Julio, auténticos guardianes de la memoria de Santa Cruz que han sabido sensibilizar a las autoridades y a los ciudadanos sobre la importancia de conocer y cuidar el pasado local. Con su ayuda y asesoramiento aún se pueden hacer rescates valiosos para Santa Cruz, como la restauración del Castillo de San Andrés, dar un uso público y digno al Palacio de Carta, rehabilitar el Templo Masónico, etc. Un pueblo que no aprende de sus errores sí que no tiene futuro alguno.