tribuna

‘Back to black’ – Por Indra Kisinchand

La inspiración nunca viene cuando es requerida. Este hecho es conocido por todos, incluso antes de empezar a crear; o más bien, precisamente antes de empezar a crear. Yo lo descubrí varios años atrás y miles de palabras después. Cuando ninguna de ellas servía más que para admirarla en soledad.

Entonces el éxito estaba en que alguien apreciara tu trabajo, como si todo lo que nos rodeara fuera a cambiar la percepción de nosotros mismos. Nos equivocamos tantas veces que entendimos que nuestra esencia era el error. Nadie nos distinguía por nuestros aciertos, sino únicamente por nuestros fallos constantes, inútiles. La inspiración nunca viene cuando es requerida, pero hay veces que nadie la invita a formar parte de la fiesta. Que la multitud la arrincona a voluntad mientras se ahogan en ron y luego se preguntan dónde se habrá metido. Nosotros siempre actuábamos igual. Pretendíamos cambiar las reglas incapaces de escapar al amor más falso, la amistad más plastificada, la felicidad más efímera. Aquella fue la causa de que nunca nos entendiéramos. Ni el uno al otro ni el otro a uno mismo. Siempre dijimos que no habíamos podido; en el fondo sabíamos que no habíamos querido. Finalmente, tuve que admitir que prefería perder valientemente a enfrentarme a los miedos. El problema es que no sabía si los temores que me recorrían las venas eran los míos o los había tomado prestados en algún bar. ¡Y ahí estaba la solución! Arrastraba las miserias de todos y aún desconocía las mías. Por eso dejé de escribir, que no es más que otro sinónimo de que dejé de latir.