“El plátano no ha caído ‘gracias’ a las guerras en África y a una enfermedad de la banana, la sigatoka”

FOTO: FRAN PALLERO
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“No quiero ser ya presidente de nada más. Me voy a dedicar a la empresa familiar y a mis nietos”. Es la declaración del enemigo público número uno de las multinacionales norteamericanas de la banana en Europa, tras un cuarto de siglo librando las guerras del plátano. Leopoldo Cólogan Ponte, a punto de cumplir 70 años, sucesor de una saga de comerciantes y diplomáticos de origen irlandés establecida en Tenerife desde hace 300 años, cierra así una etapa histórica al frente de los plataneros europeos y de los canarios, en particular, en contra de las poderosas compañías que comercializan la banana americana, como Dole y Chiquita, heredera esta última de la mítica United Fruit Company, que inspiró la leyenda negra de las repúblicas bananeras.

La retirada de Cólogan, que anuncia a DIARIO DE AVISOS en esta entrevista, abre un vacío difícil de llenar, tras vivir en primera línea la tormentosa integración de las Islas en la Unión Europea (UE) y la Ley de Aguas que tambaleó un gobierno, pero, sobre todo, la supervivencia del sector cuando perdió la reserva peninsular en 1993 y muchos plataneros estaban “tumbados a las bartola”.

El líder del lobby mejor organizado de Canarias en Europa se marcha lanzando un nuevo SOS sobre el futuro del plátano, ante la “invasión inminente” de la banana de Ecuador. “¿Ustedes qué quieren, cortar los anclajes con Canarias y dejarnos flotando a la deriva?”, se quejó en Bruselas.

-¿Sintió en las guerras del plátano contra las multinacionales USA que su vida corría peligro?

“Yo iba a América y me vendían como un enemigo. Y a algunos sitios me dijeron que no fuera, que corría peligro. Una vez, el embajador de España me dijo en Colombia, “a esa plantación no vayas, porque tú eres carne de cañón”. Y entonces nos reunimos en Medellín, en un hotel junto al aeropuerto. “Leopoldo, no te metas en fregados, que después no te podemos sacar de ahí”, me decía el embajador. En esos países la vida no vale un chavo. En una ocasión, vi un ejército privado de un ecuatoriano que se llamaba Novoa. Llegué al aeropuerto y me aparecieron unos tíos con RayBan armados con metralletas. A los trabajadores los explotaban de una forma lamentable”.

-¿Por qué se retira?

“Llevo toda la vida en el plátano, me retiro porque aquí nadie es imprescindible. He pasado por todos los cargos del sector, siete años en Asaga, seis en Asprocan y hace 26 años que presido la asociación de productores europeos de plátanos APEB. He vivido todas las batallas del plátano en Europa, los momentos más delicados, y puedo decir, con orgullo, que Canarias mantiene el número de productores (más de 8.000 censados y unos 15.000 en total, en sociedades familiares) y hectáreas (9.500), en El Hierro, La Palma, Tenerife y Gran Canaria. Y conservamos la producción, las 400.000 toneladas. Un éxito, impensable cuando perdimos la reserva peninsular hace 22 años. No quiero ser ya presidente de nada más. Me voy a dedicar a la empresa familiar y a mis nietos”.

FOTO: FRAN PALLERO
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-¿Cuál fue el momento más crítico?

“Cuando Europa aplicó una tarifa única a la banana y abrió la mano a las importaciones. Nos vimos con la soga al cuello. Presidía la Comisión Europea Durão Barroso, portugués, y firmamos en la APEB el Acuerdo de Madeira, para entrarle. Madeira colocaba 20.000 toneladas; Martinica y Guadalupe 390.000, y nosotros 400.000 (el 50,1% del total). El panorama era negro. O la ayuda de Europa era suficiente o estábamos muertos. Almunia, comisario económico, nos echó un cabo. Amenacé con venir a Canarias y convocar una rueda de prensa, anunciando el final del plátano por un atentado. ‘¿El señor Barroso sabe la que se va a armar en nuestras regiones?’, le dije en una reunión in extremis, en 2004, al representante del presidente. ‘¿Ustedes qué quieren, cortar los anclajes con Canarias y dejarnos flotando a la deriva?’. Se habló de todo, del riesgo político de dejar abandonada a una región lejana. ‘Estamos en la quinta puñeta, somos foco de pateras y cada vez hay más paro, ¿a dónde vamos?’. Aquel hombre se levantó y volvió a los 20 minutos: ‘Señor Cólogan, 281 millones de euros’. Era un buen acuerdo. Ahora de nuevo nos la jugamos”.

-¿Corre verdadero peligro el plátano, o es una más?

“De nuevo hay que salvar al plátano. Es un momento crucial. Cada vez la banana dólar entra más barata en Europa y nos sale más caro vender plátanos. La ayuda europea (141 millones para Canarias, el 51% del total) no se mueve, y el arancel a la banana es descendente: en 2020 podrá entrar toda la que quiera y hundir los precios. Un escenario terrible para Canarias, si Europa no aumenta la ayuda y España no nos lleva hasta Cádiz. Pienso en La Palma, en Los Silos, Buenavista… Nuestros costes de producción son más altos que en América Latina, donde los derechos sociales de los trabajadores no se tienen en cuenta. La ministra española, Isabel García Tejerina, está al tanto. Nos hemos reunido con los gobiernos de España, Francia y Portugal para que se active la comisión de Amigos del Plátano (una especie de gabinete de crisis), que promovió en los 80 Pedro Solbes, con representantes de los tres países y la APEB, para hacer un seguimiento de los precios. Si, de repente, como me temo, mañana empiezan a entrar en Europa bananas a tutiplén de Ecuador (una potencia bananera de mil narices) y hay un bajonazo de precios…Ojalá no se produzca lo que yo veo venir”.

-¿Qué pasaría?

“No aguantamos ni un mes. Otra crisis. Nuestra desgracia fueron los Acuerdos de Madrid con América Latina”.

-Explíquenos.

“Los que firmó Zapatero para congraciarse con los latinoamericanos en la presidencia europea de España en 2010, a fin de abrir las puertas de América a las grandes empresas españolas. Hicieron un festorro para celebrarlo. Las islas fuimos moneda de cambio. Esos acuerdos llamados bilaterales reducen el arancel a la banana hasta 75 euros la tonelada en 2020, para Colombia, Perú, países centroamericanos y pronto Ecuador. Nadie midió las consecuencias en Canarias y resto de regiones europeas. Zapatero debió contar con el consentimiento del PP. Fue una traición que tengo clavada”.

-¿Tuvo oportunidad de reprochárselo?

“Se lo dije personalmente. Él es muy afable en la distancia corta, pero después no te hace caso. ‘Vamos a ver, vamos a ver’, te da largas. En una recepción en el Palacio Real a la expresidenta de Irlanda, me lo tropiezo, al lado de un portón, solo y con una taza de café en la mano, y pensé, cómo se nota que ya no va a ser presidente; nadie le hacía la pelota. Me acerqué y le dije, yo le deseo la mejor de las suertes en la vida, nunca he deseado el mal ajeno a nadie, pero, por favor, denos la ayuda al transporte. ‘¿Van a cargarse a Canarias?’, le dije, ‘es un asunto de Estado”.

-¿Todos los presidentes han sido iguales con el plátano?

“No, Felipe González era otra cosa. Era un político muy capacitado. Recuerdo un mano a mano con él en la Moncloa, a finales de los 80, cuando estábamos intentando dar un giro y entrar en la Política Agraria Común (PAC). Yo llevaba, como siempre, dos chuletas, la pequeña con los tres puntos importantes, y otra más extensa. Veo que pide un puro y nos sirven café, y me empieza a preguntar por gente del PSOE de Canarias. Yo sospechaba que quería llevarse a Jerónimo Saavedra de ministro a Madrid y poner aquí a otro al frente del PSOE. Y le dije, ‘presidente, ni se le ocurra mover a Jerónimo de las Islas; si alguien es capaz de amarrar al PSOE en Canarias es él, y mientras no nos integremos en Europa quitarlo es un disparate’. Hasta que no agoté la chuleta pequeña no me quedé tranquilo. Él conocía a la perfección el problema del plátano y la banana. ‘Me tiene bien aleccionado Pedro Solbes’, me dijo”.

-¿Y Aznar?

“Muy distante. Las dos veces que hablamos yo iba a lo mío y él a lo suyo. No hubo química. Pero fue correcto y yo tenía muy buena relación con Arias Cañete y Loyola de Palacio. ¡Aquella ministra era muy buena!”.

-No le recuerdo en la Moncloa con Rajoy…

“Es que no he tenido un mano a mano con él. Con los ministros, sí”.

-¿El Gobierno francés ha sido sensible con las Islas?

“Sarkozy no entendió los acuerdos de Zapatero. Tengo un escrito suyo muy molesto. Tuvo el detalle de incluir a los canarios en sus demandas a Bruselas. Pero todo no es blanco ni negro, Francia estuvo detrás de que se les diera libre acceso a los ACP (África, Caribe y Pacífico)”.

-Cuénteme su encuentro con Bucaram, el excéntrico presidente de Ecuador.

“Estaba como una cabra. Lo apodaban el Loco. Le gustaba tocar la guitarra. Era simpático y campechano, un populista. Lo fuimos a ver en el 97. El Palacio, en Quito, es precioso, los soldados chiquititos, con las botas limpias. Estaba engalanado. Sale Bucaram, ‘Hola, canario, qué tal’. Y le dijimos, nosotros no le vamos a hacer sombra a Ecuador, toda Europa para ustedes y la Península para nosotros, solo queremos vivir. Le pareció razonable y empezó a llamar a los ministros, ‘que venga el de Comercio’, ‘que venga el de Agricultura’…, y nos vimos reunidos con el Gobierno. Pero al pisar tierra en Canarias, ya se lo había cargado el Congreso de su país por incapacidad mental para gobernar. Así que tuvimos que volver a Ecuador a negociar de nuevo”.

-¿Parte de su éxito se debe a la diplomacia Cañeño?

“En la finca de Cañeño (La Orotava) hicimos media OCM del plátano. Una vez monté una comida para la Comisión de Agricultura del Parlamento Europeo en pleno (60 eurodiputados), con mi amigo Juan Colino, del PSOE. Los metí en una galería de agua con la lámpara de carburo delante para no asfixiarnos, visitamos fincas y empaquetados, y terminamos en Cañeño, con vino de la tierra, piñas, sardinas fritas y una buena cena con guitarras. ¡Una templadera! Una laborista importante cogió un pedo y me la tuve que llevar al hombro. Tres meses después fui a la Comisión de Agricultura del Parlamento Europeo y no veas la ovación que me dedicaron. ‘¡Cañeñe, Cañeñe!’. Cañeño ha sido clave para conseguir muchas cosas. Tiene mucha historia esa finca. Una vez estuvo aquí, y no se dijo, el ministro norteamericano de Agricultura. Estuvimos a punto de ir a ver al Gobierno de EE.UU., pero no se hizo.”

-¿Qué fue lo que cambió su vida hasta llevarlo a ser quien es?

“¿Por qué me metí en esto? Porque alguien nos alertó.”

-¿Quién?

“Loran de Meillac, un platanero de Martinica. Me avisan de que en el Club Náutico se está celebrando un almuerzo de las Cámaras de Comercio de Canarias y Martinica, y alguien quiere hablar con un platanero canario. Nos reunimos los dos en la finca de Garachico. Me explicó que, en virtud del Acta Única Europea, iba a haber libre comercio, desaparecerían las fronteras internas de Europa y las bananas de América penetrarían en nuestros países. Había que hacer algo, con el agravante de que los canarios no estábamos en la Política Agraria Común de Europa, la PAC. Incorporamos a Madeira, con Mario Jardim, y tuvimos la idea de crear la Asociación de Productores Europeos de Bananas, en el Hotel Semiramis (Puerto de la Cruz, 1989). Me nombran presidente y empezamos a trabajar”.

-¿Cuál fue la reacción de los plataneros canarios?

“Se habían tumbado a la bartola, creían que la reserva peninsular era para toda la vida, y yo les decía que la Guardia Civil no iba a parar las bananas en los Pirineos”.

-¿Y cómo reciben en Europa a un Leopoldo Cólogan aún desconocido?

“Me plantaban la mosca: ‘Tú, Leopoldo, vuelve a Canarias, porque ellos sí están en la PAC, ustedes no”.

-¿Cómo regularizó su situación y la de Canarias?

“Pedí ayuda a las fuerzas políticas en Canarias, Madrid y Bruselas, les dije que era impresentable, que teníamos que entrar en la PAC, integrarnos en Europa con especificidades. Había una lucha estéril de los importadores (el sanedrín) con nosotros los productores, Asaga y Asinca. Los importadores tenían una gran influencia política. Nosotros, ninguna. Saavedra fue clave para el viraje del PSOE. Conseguimos que viniera el Grupo Interservicios de altos funcionarios de Bruselas, con Giuseppe Ciavarini (1989) al frente, y se reunieron aquí con todo quisque. Hicimos movilizaciones. Y se logró un acuerdo mayoritario del Parlamento canario a favor de la integración. Madrid dio instrucciones de meter a Canarias en la UE como fuera, por motivos políticos”.

-¿Y una vez dentro dijo, ‘ahora me van a conocer’?

“No, empezó la lucha. Hicimos ver a Europa que las multinacionales y los países ACP nos iban a borrar del mapa. Y la Comisión Europea accedió a compensarnos por pérdida de renta mediante una ayuda directa al productor (por producir, no por hectárea, para que el productor no se rascara la barriga), con la condición de que antes de un año adelgazáramos el sector: pasamos, con gran revuelo, de 76 empresas exportadoras, ¡una anarquía!, a 24 organizaciones de productores, cinco en la actualidad. ¡La mejor medicina que hemos tomado! El 90% lo enviamos a la Península y un poco a Inglaterra y antiguos países del este. A Alemania lo hemos intentado, pero allí no se vende un plátano ni de broma”.

-¿Por qué los alemanes no tragan al plátano?

“Después de la Segunda Guerra Mundial, los norteamericanos se fusionaron con ellos en empresas mixtas. Por eso protegen a la banana”.

-¿El eje alemán los quería a ustedes vivos o muertos?

“Cuando en julio del 93 empieza a funcionar la Organización Común del Mercado (OCM) del plátano, nuestro paraguas de ayudas, los alemanes, holandeses, norteamericanos, latinoamericanos… sacaron los cañones y nos llevaron ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Ginebra a matarnos: leña al mono”.

-¿Qué pensó el día que se abrieron las fronteras?

“¡Esto es la invasión!, pensé. En ese momento arranca una nueva historia. Empezaron a llegar a la Península, lo que nunca, bananas de Ecuador, Colombia, de todas partes de América, camiones cargados de bananas grandes y relucientes. Estábamos acojonados”.

-¿Qué armas usaron para defenderse?

“La publicidad. El plátano es una fruta rica en potasio con propiedades únicas, vinculada al deporte y la salud. España consume 450.000 toneladas, y cubrimos 400.000. La publicidad ha sido providencial”.

-Arguiñano dignificó las manchas como Adolfo Domínguez dijo “la arruga es bella”.

“Arguiñano jugó un gran papel, hizo apología de nuestras motitas y rozaduras. Aquí se quiso imitar a la banana dólar y, gracias a Dios, fracasó. La suerte ha sido reproducir in vitro la pequeña enana, la nuestra, en Cultesa. Ya tenemos la IGP (Indicación Geográfica Protegida): se están colando imitaciones de África”.

-Dani Alves recogió un plátano del césped del Madrigal y se lo comió por una ofensa racista…

“Aquello fue impresentable. Nosotros felicitamos a Alves y a cuantos futbolistas se solidarizaron y ofrecimos plátanos contra ese uso perverso de la fruta”.

-¿Por qué no ha caído el plátano con el viento en contra?

“Porque, igual que en el turismo, hemos tenido entre comillas la suerte de las guerras en África y una enfermedad de la banana, la sigatoka, que se carga la planta. También hemos sufrido catástrofes. El Delta nos pegó un taponazo que nos costó años recuperarnos”.

-¿Cómo encaja las críticas agrícolas al platanero?

“Algunos políticos y representantes agrícolas fomentan esa división. No nos hemos sacado las ayudas en una tómbola, avaladas por estudios de impacto. El sector agrícola y ganadero debería estar unido como una piña. Decir que los plataneros vamos en Ferraris y Lamborghinis, esa es la demagogia de la Coag. Esta tierra es muy complicada”.

Leopoldo Cólogan, presidente de la Asociación de Productores Europeos de Plátanos (APEB). / FRAN PALLERO
Leopoldo Cólogan, presidente de la Asociación de Productores Europeos de Plátanos (APEB). / FRAN PALLERO

-¿Los plataneros son un lobby?

“Claro. Somos una oficina profesional, que actuamos con rigor. Los plataneros no hemos sido unos cantamañanas”.

-¿Aunque modesto en el PIB, hay un plátano power?

“¿El plátano un poder? No, mejor una sola voz.”

-¿Han puesto o quitado presidentes?

“En la vida. Jamás”.

-¿Y consejeros de Agricultura?

“No, hemos prestado nuestra orientación para que hubiera personas capacitadas. Ahora han nombrado consejero a Narvay Quintero y viceconsejero a Abel Morales. No hemos tenido nada que ver, y me parece un acierto: jóvenes y preparados”.

-¿Cómo definiría a Alonso Arroyo, que también se va?

“Como un profesional, más que un político, históricamente importantísimo”.

-¿Le gusta el andar de este pacto?

“Al Gobierno de Madrid hay que apretarle las clavijas, pero con la confrontación no se va a ninguna parte. Comparto esta política de diálogo”.

-¿Cuál es su ideología?

“Confesaré que he votado en distintas etapas a los tres grandes partidos de Canarias, en agradecimiento cuando apoyaban al plátano. Mi ideología ha sido el plátano. ¿Cómo no iba a votar al PSOE cuando estaba Pedro Solbes? En temas comunitarios, colaboré mucho con Hermoso y Adán Martín (CC), y con Miguel Arias(PP)”.

-¿Le han tentado para entrar en política?

“Sí. Pero nunca quise”.

-¿Podemos, Grecia…?

“No estamos para hacer experimentos. Hemos pasado por una crisis y la cosa va cogiendo fundamento. Sé que la corrupción, de unos y otros, nos tiene hartos. Pero nada justifica lanzarte al abismo como Grecia para después comértelas todas con papas”.

-¿Quiénes son sus delfines? ¿Santiago Rodríguez, Henry Sicilia …?

“Santiago Rodríguez (Asprocan) será vicepresidente de APEB, si el presidente es francés. Henry Sicilia (Asaga) está llamado a jugar un papel determinante en el sector agrícola y ganadero”.

-¿El apellido Cólogan lo predestinaba al plátano?

“He hecho del plátano mi vida. Cuando el actual rey era príncipe, le enseñé el cultivo del plátano en La Palma. Pero yo iba para perito industrial en Las Palmas. Vine a hacer la mili y me gustó este mundo. Muere Franco, llega la democracia y nace Asaga con Zenón Mascareño. Después fue presidente Pepe Rodríguez Francisco y un día se marcha y me encasquetan la presidencia a mí”.

-Y debutó contra la Ley de Aguas.

“Aquello fue una cabezonería de Jerónimo Saavedra, hoy gran amigo mío. Al final, el sentido común prevaleció, después de sacar nosotros a la calle a miles de personas”.

-¿Cuántos años cumple como empresario?

“Más de 40, en una empresa familiar de nueve hermanos. En Coplaca creamos una sociedad con la irlandesa Fyffes, la tercera del mundo, que se llama Eurobanan, para comercializar plátanos en España, además de otras frutas, como papayas o aguacates canarios, que son de los mejores del mundo. Es una empresa con tiendas en los mercas de la Península. Como una zapatería tiene que tener todo tipo de zapatos. Te van las grandes superficies y te piden tanto de bananas y tanto de plátanos; tenemos una oferta menor de bananas porque si no tienes, no vendes plátanos, y van a la de al lado. Es de sentido común.”

-¿Cómo son los pasillos de Europa?

“Tienes que estar siempre encima, aunque sea, como yo, chapurreando inglés y francés, mi mayor hándicap. En Bruselas no hay memoria histórica. Te cambian el equipo y tienes que empezar de nuevo”.

-¿Tirar plátanos a los barrancos no es tirarse piedras sobre el propio tejado?

“La única solución es donar, como hacemos, al Banco de Alimentos 600.000 kilos al año, transporte incluido”.

-¿Ha intentado sellar la paz con los productores latinoamericanos?

“Lo intenté. Convoqué una convención en Tenerife con latinoamericanos y ACP para constituir la Asociación de Productores Abastecedores de la UE, pero lo bombardearon las multinacionales. Los indios ecuatorianos vinieron con gran ilusión. Me dio pena”.

-Me llamó la atención lo que dijo. ¿Pensó que se estaba jugando el pellejo por el plátano?

“Lo pensé. Me dije una vez, vamos a ver, yo qué pinto aquí, ahora me cogen, me cortan los huevos por el plátano, y quién se va a enterar”.

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“Oro parece, plata no es”

“El olor que tiene a distancia un plátano escachado con gofio no lo tiene ninguna otra fruta. Mi madre nos hacía ese postre, que también combinaba con galletas”. Ahora, Leopoldo Cólogan repite ese rito con sus nietos siguiendo una afinidad centenaria con el plátano que va en su ADN irlandés. Si su padre, Leopoldo Cólogan Zulueta, no hubiera venido de Cádiz al Puerto de la Cruz a atender una finca familiar olvidada, la historia habría tomado otros derroteros. Pero vino. Y lo hizo con su hermana Ana Cólogan a instancias de un hermano religioso (“mi tío Tomás, el jesuita”) que pasó ocasionalmente a ver las tierras y sintió la mala conciencia de verlas abandonadas. Leopoldo, el hijo menor, que se llama así como el hermano primogénito fallecido de meningitis y como el padre, tiene un vago recuerdo de este. Un padre difuminado por la muerte repentina, a los 60 años, a causa de un infarto, cuando el hijo contaba apenas siete años de edad; pero guarda en la memoria el contacto de su mano llevándolo al Jardín Botánico, al lado de la casa familiar de La Paz, y los nombres de los jardineros. La alfombra de plataneras del Valle de la Orotava, que mitificó Humboldt -amigo de los primeros Cólogan- forma parte de esa imagen de la infancia -“oro parece, plata no es…”, como en la adivinanza-, una vista que se está recuperando, a su juicio: “Hay que asomarse de nuevo”. El paisaje. “Donde me movía de niño todo era plátano alrededor, no salíamos de allí”. Y la ausencia del padre se refleja en la silla vacía de la mesa grande para una familia numerosa a la hora de la comida. “Yo recuerdo ese vacío”. Y la madre, Cristina Ponte Méndez de Lugo, se hizo cargo de nueve hijos, sentados a esa mesa sin padre. Cuando los vientos de mediados de los 50 arrasaron las fincas, “no había un duro”.

Doña Cristina requisó las cuentas de ahorro de los hijos para seguir sufragando los gastos del mayor, que estudiaba fuera, y Leopoldo no olvida que heredaba los zapatos de cinco hermanos mayores que él, sin contar los borceguíes con que jugaba al fútbol. La posguerra era larga. En la Primera Guerra Mundial, un abuelo suyo fundó con otros un sindicato agrícola, embrión de la FAST, que acaba de cumplir un siglo. Entre sus documentos más preciados figura la carta emotiva del capitán de uno de los barcos de la naviera del sindicato. “Iba cargado de plátanos hacia Inglaterra y un submarino alemán lo obligó a evacuarlo para hundirlo con dinamita”. Desde una lancha, el capitán relató en esa carta los hechos al presidente del sindicato. A menudo el plátano, como ahora, es un barco a punto de hundirse. El padre de Leopoldo estrechó lazos con Francia. En París creó la Societé Francaise d’Importation de Bananes. Y el pasado 10 de abril, el gobierno de la República Francesa distinguió a Leopoldo Cólogan -que posee la Medalla de Oro de Canarias y la de Madeira- como caballero de la Legión de Honor, a propuesta del ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, rodeado de amigos, sus tres hijos y nietos (y la ausencia de su mujer, Mercedes Rodríguez de Azero, porque su madre nonagenaria enfermó gravemente). Fue durante un paseo en bateau por el río Sena hasta la Torre Eiffel, que se iluminó al girar el barco. “Mis nietos se divirtieron y yo me lo pasé pipa”. París es su capital favorita y, como contrapunto, Nueva York. Cuando quede liberado, podrá visitar en Marruecos a su amigo embajador Ricardo Díez-Hochleitner. Él mismo lleva sangre de diplomático, como su antepasado Bernardo Cólogan y Cólogan, del Puerto de la Cruz, embajador en Pekín, que, según su biógrafo Carlos Cólogan, compuso un vals durante el levantamiento de los boxers en la capital china en 1900. En el Palacio Real, mientras guardaban fila durante una recepción, Cólogan hizo buenas migas con el hispanista Ian Gibson, confabulados por un común parentesco irlandés. Los Cólogan enviaban botellas de malvasía a Benjamín Franklin, lo que permite conjeturar por qué en la firma de la declaración de independencia de los Estados Unidos se brindó con el célebre vino de las Islas que, según Shakespeare, perfumaba la sangre y alegraba los sentidos.

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