Nombre y apellido

Gabriele Finaldi

El nuevo director de la National Gallery afronta un reto difícil y, además, sin relación con sus cometidos científicos y técnicos al frente de uno de los centros internacionales más ricos y prestigiosos, con una media próxima a los siete millones de espectadores anuales. Tras un paro inicial en el pasado febrero y protestas intermitentes que suman más de dos meses de incidentes, una segunda huelga general saludó el acceso al cargo de Gabriele Finaldi que, durante los últimos trece años, atendió la dirección adjunta y las responsabilidades máximas de conservación e investigación del Museo del Prado, al que calificó como “el mejor hogar de los grandes maestros porque sus fondos constituyen un sobrecogedor caudal de poderío artístico sin parangón en el mundo”. Además del reconocimiento público, su labor en esta pinacoteca avaló su retorno a la londinense donde inició sus labores profesionales como conservador jefe de pintura española, precisamente. Frente a la calidez de la despedida, de inmediato le espera un problema laboral de compleja salida porque mientras la administración conservadora de David Cameron defiende sin ambages la externalización de servicio, “como racionalización del gasto público y como garantía de futuro del sector público”, los doscientos trabajadores movilizados critican la concesión de la seguridad a una empresa privada, mediante contrato formalizado en el mes de julio, “porque se trata de un primer paso para la privatización de las entidades responsables de la conservación y difusión del patrimonio común de todos los ingleses”.

El Patronato de la National, que ha mantenido la institución abierta parcialmente y ha garantizado que la entrada continuará siendo gratuita, demanda “mayor flexibilidad para atender a nuestros clientes en las mejores condiciones porque queremos, y debemos, mantenernos entre las mejores instituciones museísticas del planeta”. Por su parte, el poderoso Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales, que representa a la mayoría de los empleados, rechaza de pleno que la vigilancia de las salas y el trato con el público sea asumido por personal externo y no cualificado; y reitera su disposición al diálogo, siempre y cuando se acepten los principios básicos de “la titularidad y la gestión pública de los bienes culturales, que se respetaron hasta en las peores épocas del thatcherismo”. Según el PCS -la organización convocante de la huelga-, el conflicto amenaza extenderse a otros museos, “en tanto el caso de la National es un experimento para una maniobra de mayor calado”.