El Gobierno de Grecia y los acreedores han llegado a un acuerdo para el tercer rescate con el que hará frente a sus necesidades financieras que podrían rondar los 90.000 millones de euros. Claro que aún quedan cosas por perfilar y lo más importante, Tsipras tendrá que acometer no menos de 35 reformas para que se haga efectivo este rescate y que tienen que ver con el sistema de pensiones, el sector energético, avanzar en el programa de privatizaciones y el final de las exenciones fiscales para las islas a finales del próximo año. A partir de ahora, se sucederán las reuniones del Eurogrupo, del Parlamento griego y de los parlamentos de los países de la eurozona. En todo caso, parece que el nudo gordiano se ha deshecho y Grecia recibirá la ayuda. Unos 25.000 millones de euros para empezar, una gran parte para pagar los distintos vencimientos de deuda que el país tiene contraída con el BCE o el FMI.

Tras 20 horas de negociación y la aceptación de todas y cada una de las condiciones impuestas, Tsipras logra salvar a su país del abismo, pero llevándose por delante los compromisos adquiridos con sus ciudadanos, sobre todo con sus votantes. Falta por ver la actitud de los diputados díscolos de su partido a la hora de las votaciones en el Parlamento griego. La amenaza de convocar elecciones sigue ahí y la de que esos diputados no renueven también.

Así que Tsipras ha tenido que literalmente comerse con patatas su programa de gobierno. Un programa que por si sólo ya provocó, meses antes incluso de la celebración de las elecciones, la salida masiva de depósitos de los bancos y después la imposición de un “corralito” que ha marcado la vida diaria de trabajadores y pensionistas. Tsipras ha claudicado, aunque veremos si Grecia es capaz de salir adelante. Todo un aviso a los que se creen que se puede perder la confianza de socios y acreedores y no pagar un precio en forma de empobrecimiento y descrédito generalizado.