REBEQUITA, POR SI ACASO

La historia de Jan

“Se pronuncia Yan” me corrigió Mónica, su madre, la primera vez que nos encontramos, en el umbral de la cocina, y nos reconocimos, como se reconoce la gente a la que no le importa emocionarse en público. Como quien sabe que el camino ha sido duro, pero ha valido la pena. Ese detalle, mínimo pero fundamental, me hizo entender, de golpe, que desde el mismo nacimiento de Jan, Mónica Vic y Bernardo Moll, sus padres, no han parado de trabajar cada segundo para que su hijo tenga una identidad propia. Una vida propia y, sobre todo, una historia propia: La historia de Jan.

Un filme documental que me gustaría que todo el mundo, en este y otros continentes, conociera; que está, actualmente, en fase de montaje y que necesita, aún, de patrocinios para ser exhibido como merece, en cuantas salas de cine y festivales sea posible. Porque es una historia real y, sobre todo, porque es un enorme regalo. Con generosidad sin límites, con paciencia infinita, Bernardo, director de cine, con la ayuda fundamental de Mónica, ha ido grabando, día tras día, la vida de su hijo desde su nacimiento, en noviembre de 2009, y volcándola, al tiempo, en un blog que continúa, www.lahistoriadejan.com y que les animo a que visiten y apoyen porque contiene lecciones de amor que no debemos permitirnos perder.

Jan tiene síndrome de Down. Y ese celo porque todo alrededor de su hijo sea como debe ser, esa entrega absoluta de los padres desde que, fijándose en sus ojitos azules, entendieron lo que ocurría; esa necesidad de que Jan sea independiente, libre y, sobre todo, feliz, es lo que ha dado aliento y cuerpo a la película, distinta, emotiva y cercana. En ella hay saltos, juegos, cercanía, esperanza. Y hay, también, angustia, dificultad y nervios que no se esconden. Hay verdad.

Cuando uno ve a Jan se da cuenta enseguida de cuánto de nuestros padres hay en nosotros. La sensibilidad de Mónica, la determinación de Bernardo, la entrega, el esfuerzo de ambos están en cada mirada, en cada paso que da Jan abriéndose camino, en cada sonrisa que nos ofrece, en cada logro, en cada avance. Mirar a Jan es ver que las historias pequeñas, cotidianas, aquellas que no salen en los libros, que no se estudian en las escuelas, las que nadie nos cuenta son las que, de verdad, mueven el mundo y lo construyen, y lo hacen más habitable. Es reconciliarnos con la condición humana. Es saber que somos capaces de crear cosas maravillosas y afrontar la adversidad y pasar malas noches, días de hospital y ratos de incertidumbre. Y, aún así, ser felices.

Cuando vean la película -que ojalá sea muy pronto- estoy segura de que van a emocionarse desde el primer minuto. Van a sentir cosas que habían olvidado que se podían sentir. Van a reír mucho, a llorar mucho, a aplaudir mucho. Y, sobre todo, van a considerarse honrados y agradecidos de que Mónica, Bernardo y Jan les hayan dejado asomarse a esta aventura que no ha hecho más que empezar y que tanto estábamos necesitando, sin saberlo siquiera.

Yo los animo a que conozcan de cerca este relato, escrito y visual, habitado por personas únicas que el destino, tan sabio, ha puesto ahora en mi camino, cuando más preparada estoy para apreciarlas. Háganme caso. Sigan y apoyen el proyecto. El precioso Jan les va a encandilar, porque desprende dulzura, amor, pasión, curiosidad… vida en estado puro. Porque verlo crecer, plano a plano, post a post, sin falsos e innecesarios pudores, sin prejuicios limitantes, e entender el milagro de nuestra existencia, que, de tan repetido, acabamos olvidando siempre, como si estar aquí, respirando, fuera algo corriente, en lugar de un prodigio.

@anamartincoello