1. Ha sido tal mi trajín de jubileta que le dije a mi santa lo de Mecano: “Hoy no me puedo levantar”. Conociéndome como me conoce, mi santa se dio la vuelta y miró para otro lado, segura de que a los cinco minutos ya no me vería el pelo. Como así ocurrió. Pero mi primer impulso fue pasarme el día en la cama, algo que no ocurre desde mis tiempos del colegio, cuando me hacía el malo, mi abuela me ponía el termómetro y yo frotaba el mercurio para que subiera a 38º. Hasta que mi abuela, que era más lista que el hambre, me trincó y me mandó al colegio sin contemplaciones y jamás me volvió a creer en materia de temperatura corporal. Pero son estos calores los que a mí me tienen muy mal porque siempre he soportado fatal el calor húmedo; el seco es otra cosa. Y, además, en los últimos días ando de un lado para otro como un zombi. Estoy ayudando a mi sobrino a poner un chiringo de golosinas, previo a un puesto de loterías, si es que se lo dan.

2. Me abate tanto el calor que uno de estos días voy a ir al Lago de Martiánez, en donde no me baño desde que el general Franco era corneta. Y tengo ganas, porque me han dicho que el día que llenan la piscina el agua está fresquita que da gusto, antes de que empiecen a mear en ella los turistas y los godos. Hace años, cuando el propio Franco, en las pocas piscinas públicas de la Península ponían un reactivo anti orín, que teñía de rojo la micción y dejaba flotando en un mar oprobioso al meón. Qué vergüenza. Aquí no se usaba ese reactivo, será porque los canarios iban a mear al baño. No sé.

3. A la gente le hace gracia cuando cuento estas cosas viejas, casi todas olvidadas o ignoradas por las nuevas generaciones del móvil y el ordenata. Los jóvenes no han pasado por las vicisitudes de la España negra, la del porrón y el tren correo, ni falta que les hace porque esos eran también tiempos de guerra, que espero que no vuelvan jamás. Pero Madrid es la capital europea con menos baños públicos por habitante de Europa. Qué cosas, ¿no? Hoy no me puedo levantar.

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