SUPERCONFIDENCIAL

Memorias

1. La escritura de Lecturas para el verano, una sección de El Diario de Tenerife.com, me ha trasladado, suavemente, al pasado lejano, a mi niñez y mi juventud. Y estoy volcando en esas escrituras viejos recuerdos que van surgiendo, al tiempo que escribo del ayer. Pepe Oneto me dijo una vez, y tenía razón, que la nostalgia vende. Me lo diría seguramente a cuenta de sus libros, escritos todos durante la Transición. Y muy bien vendidos. Me lo dijo en la presentación de Gesta y sacrificio del teniente González Campos, un relato histórico que escribí, fundamentalmente para hacer justicia con un oficial de Asalto republicano tinerfeño, de cuya gesta, ignorada por el periodismo franquista, escribí pocos años después de morirse el dictador. Se hicieron dos ediciones, ambas agotadas. La segunda es preciosa, encuadernada en tela y con unas fotografías muy elocuentes de lo que pasó aquel 18 de julio en la plaza de la Candelaria, de la Constitución o de la República, como quieran, porque tuvo esos tres nombres a lo largo de la historia. A lo mejor le queda todavía alguna otra placa que lucir.

2. La vuelta atrás en la vida de uno sirve para hacer examen de conciencia y para lamentarse de lo que pudo haber sido y no fue. Si pudiera vivir otra vez no haría un montón de cosas que he hecho y otras sí, naturalmente. Eso ya no tiene remedio. Pero el background no hay quien me lo quite, eso no. En la obra se descubre un episodio singular: la identidad del hombre que mató al falangista Santiago Cuadrado, que cayó aquel día en la plaza, durante una revuelta entre miembros de la Guardia de Asalto, militares y civiles. Me la reveló José Antonio Rial, paz descanse, que a su vez obtuvo la información del protagonista, un falso médico que ejercía en Venezuela. En la segunda edición del referido libro incluí esta referencia histórica.

3. En fin, que todo esto se encuentra en el libro, que sólo podrán obtener en bibliotecas, porque ya digo que está agotado. A lo mejor me animo y lo publico en Internet, ya veré. O a lo mejor no, porque la Internet es la peor enemiga de las bibliotecas y, en la disputa, me alineo con estas últimas, algo desde luego poco práctico pero sí nostálgico.

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