1. Uno está un poco harto de que la permisividad de las leyes españolas derive en cachondeo y en paraíso para las bandas de los países del Este, que nos están robando constantemente. En el sur de Tenerife la situación es insostenible y en Santa Cruz este verano la policía anda detrás de grupos de rumanos, grupos organizados, que entran en los domicilios a robar, incluso con los inquilinos dentro, con el peligro que esto entraña. En el Sur, bandas de moldavos, rumanos y de otras nacionalidades roban constantemente en domicilios más o menos aislados, lo que genera bastante miedo e inquietud entre los residentes en esta zona de la isla. La permisividad de las leyes posibilita que entren por una puerta de los juzgados estos malandros y salgan por la otra, causando desmoralización en denunciantes y en la propia Policía y Guardia Civil. Ni siquiera los mandan a prisión en muchas ocasiones, incluso siendo reincidentes. Y luego presumimos de que Tenerife II registra la menor población reclusa desde su apertura. ¿Y debemos sentirnos satisfechos o entristecernos?
2. Quienes se ponen las botas son las empresas de seguridad. A este paso acabaremos como en Venezuela. Parece que imitamos todo lo malo que hay por el mundo, no inventamos nada bueno. Desde el día en que quien entre a robar en una vivienda se pase seis años en la mazmorra pocos se atreverán a delinquir. Aquí no metemos en el talego sino a las abuelitas que construyen en terreno protegido un chozo donde vivir. Vamos, hombre. Y a los que defraudan cuatro perras, porque, que yo sepa, ninguno de los Pujol está en la trena.
3. Para los malandros de los países del Este, Canarias es un paraíso: poca vigilancia, leyes permisivas, jueces que las aplican con la misma permisividad y todo esto. Uno empieza a hartarse de que en su propia tierra no pueda vivir tranquilo. Y la cosa va a peor, por los datos que tengo. Pero, claro, los datos sobre delincuencia tienen más maquillaje que Marujita Díaz, paz descanse. Es mejor infundir optimismo maquillando los datos que mandar la policía a la calle a detener a estos tiparracos y tenerlos uno años a la sombra.
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