DOMINGO CRISTIANO

¿Podemita? No. Auténtico

No busco el aplauso fácil pero sé que no pocos estarán de acuerdo conmigo en que la política española es una de las de más baja calidad entre las del llamado mundo civilizado. Estoy redundando en el hastío después de sufrir una vez más a los principales líderes españoles perpetrando una trifulca estéril sobre cuestiones personales y sin el más mínimo intento de abandonar el bucle para desembarcar en los temas que realmente importan.

Lo doloroso hasta el vómito es constatar que algo tan noble como el servicio a la sociedad haya desembocado en el pútrido pantano de los intereses personales y de clase, burbuja indecente donde asientan sus posaderas muchos que no sirven para otra cosa.

Ya sé que generalizar es la primera lección en el camino hacia ser injusto, pero ya se encarga el día a día de darme o quitarme la razón en cada caso. ¿Qué si me he hecho podemita? Ni muerto. No hay nada más cruel que matar las ansias de justicia de un pueblo prometiéndole lo imposible para reproducir luego, revisados y aumentados, los mismos males que les encumbraron a la fugaz cresta de la ola.

Todo esto viene a cuanto por la necesidad que tienen las instituciones y los colectivos de hacerse una auditoría periódica sobre su razón de ser. Y sobre cómo el paso del tiempo puede haber dado mayor cancha a costumbres, tradiciones y sensibilidades varias que a la genuina verdad por la que nacieron un día. El peso del polvo del camino es a menudo más potente que aquel sencillísimo primer impulso que puso en movimiento la rueda.

Nos puede pasar también en la Iglesia. Cuando uno asiste a los yermos debates entre quienes se consideran tradicionalistas y los que se reconocen como progresistas. Cuando uno lee, por ejemplo, ciertas esperpénticas páginas que defienden la celebración de la misa por el rito antiguo y para ello son capaces hasta se tachar de herético al Papa Francisco. Cuando uno se asoma al balcón digital de los presuntos adelantados y observa la mamarrachada en la que pretenden convertir la fe…

Cuando Dios es una excusa y no un fin, estamos perdidos. Dejamos de ser los instrumentos en los que él confió desde el principio para mejorar el mundo y nos convertimos en el cáncer que dinamita la misericordia con la que Dios quiere proteger a los hombres.

“Mis mandatos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente”, le dice Yahvé a su pueblo y reitera hoy los creyentes. Nos sobran discusiones estériles, nos sobran personalismos y egocentrismos paternalistas, nos sobra historia y nos falta empuje. Opino.

Creo que en el curso que ahora comienza nos sobra politiqueo y nos toca mirar a los ojos de aquel primer impulso que puso en marcha esta rueda. En la simplicidad del encargo que Dios nos hace reside nuestra autenticidad.

@karmelojph