al margen

Rato, Fernández y el convento – Por Rafael Torres

El todavía ministro del Interior, Fernández Díaz, va a dar explicaciones en el Congreso sobre la amical entrevista que mantuvo en su despacho oficial con Rodrigo Rato, imputado, como se sabe, en diversos procedimientos relacionados con Hacienda y con la quiebra de Bankia, la entidad financiera que dirigió con tanto tino como podría dirigir uno la Filarmónica de Viena. Fernández Díaz va a dar explicaciones, pero lo cierto es que no va a poder darlas, pues, sencillamente, no tiene explicación justificatoria alguna que un ministro del que dependen las fuerzas que investigan los presuntos ilícitos del exdelfín de Aznar reciba a éste como amiguete, para hablar de sus cosas, en sede ministerial. Todo el mundo sabe que en el PP, y no sólo en el PP, tienen la costumbre de comunicarse, y aun de darse ánimos en sus comunicaciones, aquellos que ostentan cargos públicos con los que, habiéndolos ostentado, salieron rana (o ya lo venían siendo de siempre) y se hallan en apuros judiciales. Se recuerda con especial ternura, tanta como pasmo e indignación, aquél mensaje de aliento de Rajoy a Bárcenas cuando la Justicia empezó a sentarle la mano. A Bárcenas y a la Caja B, rebosante de donaciones y de sobres, del Partido Popular. Sin embargo, esto no ya de comunicarse, sino de quedar y verse, y de verse en el mismísimo Ministerio del Interior, rebasa, según el despreciado entender de cuantos ciudadanos aún disciernen el bien del mal, lo noble de los innoble, lo sano de lo chungo, cuanto una sociedad medianamente civilizada puede tolerar. Diríase, por éste y otros recientes episodios de compadreo (Wert), que cunde en el Gobierno del PP la idea de que para lo que le queda en el convento, pues eso. Fernández dice que el viernes ofrecerá explicaciones. De momento, lo que ha ofrecido con su cita ratiana es lo más parecido a una insólita provocación.