Nombre y apellido

Rey Cecil

Además de la sorpresa, ira y reprobación de las asociaciones que defienden la naturaleza, organizaciones filantrópicas, instituciones científicas y personas de medio mundo, la muerte del león Cecil, motivó una tormenta informativa de carácter global. Inmediatamente se produjo la primera resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas contra la caza furtiva, impulsada por los delegados de Alemania y Gabón, la rotunda prohibición de las compañías aéreas de transportar trofeos cinegéticos desde cualquier país, y la inmediata y razonada petición de extradición del responsable de un delito castigado con más de diez años de prisión y considerables indemnizaciones económicas; remitida por el gobierno de Zimbaue al de Washington fue apoyada por millones de firmas, obtenidas en las redes sociales, entre ellas las de cientos de miles de abochornados compatriotas. El dentista norteamericano Walter Palmer (1960) adquirió su siniestra reputación por la publicitada matanza de grandes mamíferos, en su mayoría especies protegidas, en el Continente Negro y en la Península Ibérica. Su método infalible se basó en turbios tratos con negociantes sin escrúpulos y trampas pagadas a cargo de su bien nutrido talonario. Con un coste de cincuenta mil dólares, que abonó a otro siniestro personaje -el intermediario Theo Bronkhorst- ahora en libertad bajo fianza, su última machada, superó todos los límites éticos -si cabe ese adjetivo en actividad tan cuestionada- y alcanzó a un majestuoso ejemplar de trece años, caracterizado por su vistosa melena negra y considerado como el símbolo del país surafricano que se extiende entre las cataratas Victoria y los ríos Zambeze y Limpopo; atraído con cebos de carne para alejarlo del parque nacional donde habitaba, Palmer lo alcanzó con varias flechas y, dos días después, lo remató con un disparo de fusil; fue decapitado y el agresor y el cómplice comprobaron que llevaba un collar de identificación y un gps, utilizado por las autoridades locales para saber en cada momento su paradero y por zoólogos de la Universidad de Oxford para estudiar el comportamiento del líder de una manada de cuatrocientos animales, popular a través de publicaciones especializadas y canales temáticos de televisión. Mientras se sustancia la causa contra el desaprensivo cazador y sus cómplices, Jericó, otro macho de impresionante estampa, sucedió al rey Cecil, víctima de la insólita barbarie y símbolo de la amenaza terrible del dinero sin alma en todos los órdenes y confines del planeta.