reflexión

El último rayo de sol – Por Juan Pedro Rivero

Ha sido una bendición poder disfrutar varios días de este mes de agosto del último rayo de sol del día en la pequeña playa de La Restinga. Esos últimos rayos que, según los entendidos, no tienen la peligrosidad de las horas duras y de la fuerza del peso central de la jornada. Calientan, pero no queman; broncean, pero no dañan. Son compañeros de la brisa sosegada y de aquellos bañistas que prefieren disfrutar la naturaleza sin el ruido de la multitud. Una verdadera bendición.

Hay momentos de impacto. Hay ocasiones de darlo todo y de golpe. Pero hay otros ratos de la vida que los tragos se dan pequeñitos, como sorbos de agua fresca. Cuando hay sed, hay que beber. Cuando no hay sed, se puede disfrutar cada sorbo. Y, ¿por qué lo califico de bendición? Porque no me pertenecen, porque son un don, porque lo recibí como un regalo que viene de “Aquel” que sabe lo que nos hace falta antes de que lo pidamos.

Ni me pertenecen, ni los puedo exigir, por tanto. Pero los necesito. Como todos los necesitamos. En cualquier lugar, con quienes estén al lado, sorbito a sorbito, dejarnos bendecir por un rato de tranquilidad que nos ayude a agradecer la vida que ni nos dimos ni la podemos controlar del todo. Unos ratos así nos ayudan a redescubrir que toda la vida es un don, que todos los momentos son una bendición. Que el tiempo es “Su” regalo y la prisa nuestra ingrata respuesta.

¿Son un privilegio las vacaciones? ¿Son un derecho? ¿Ambas cosas? Puede que sí lo sean, y que las conquistas de los trabajadores en los estados sociales de derecho las hayan incorporado a los convenios colectivos. Pero, además, son una bendición. Eso es lo que quiero compartir con ustedes. Una bendición tener trabajo y poder cansarnos; y una bendición disfrutar de un tiempo de descanso y del último rayo de sol del día en cualquier cala de nuestras costas, oyendo el sosegado arrullo del mar.

Que a nadie falte esta bendición.
@juanpedrorivero