el dardo

Volver

Eso de volver después de vacacionar o de tomarse un descanso, tiene su miga. En primer lugar, porque este tiempo de vagancia casi siempre supone un rompimiento de la continuidad, normalmente ociosa o de descanso, y en segundo porque, para quienes hemos ejercido el periodismo, el verano suele ser época de escasez noticiosa, de exageraciones de determinados acontecimientos, de serpientes informativas de quita y pon. Aquí, entre nosotros, la estación veraniega nos ha deparado pocas novedades y extrañezas y, menos aún, inventos periodísticos sorprendentes. Seguimos, eso sí, sin que el presidente del Gobierno autonómico cierre los nombramientos de altos cargos en su Gobierno, tras los dislates de algunos ya realizados entre personas incompetentes o bajo sospecha y otros sin consumar por falta de idoneidad de los propuestos. Lo malo de pertenecer a un partido donde hay que repartir prebendas y aguantar presiones insoportables es no poder sentirse libre
-quiero decir absolutamente libre- para nombrar a personas de trayectoria impecable y de la máxima confianza. Menos mal que Clavijo ha decidido aplicar la vigente Lomce y que algunos discutidos asuntos de inmigración y sanidad van a salir adelante con marchamo de legalidad, sentido común… y según las posibilidades económicas de la comunidad autónoma. Supongo que el presidente acudirá mañana a La Moncloa confiado en que Rajoy sea más justo con Canarias en los Presupuestos del Estado y en cuestiones no menos relevantes, como el REF económico, la inversión pública estatal y la preocupante, por imparable, pérdida de poder adquisitivo del ciudadano medio de esta tierra, cada vez más empobrecida a causa de la crisis, el paro y la dejadez del poder durante los últimos años. Desengáñese el presidente Clavijo: sólo va a recibir buenas palabras y promesas que se lleva el viento, cuando Canarias necesita hechos concretos y, sobre todo, justicia. Es cierto que Rajoy tiene muchos y graves problemas pendientes, desde la cuestión catalana a la superación de las crisis institucional, social y económica, por no citar los conflictos de la inmigración y los líos propios de una UE dividida. En este contexto, las dificultades de Canarias pueden parecer poca cosa, pero sería gravísimo dejar que se sigan acrecentando sin remedio.