después del paréntesis

América razona; Artur Mas no

Estamos a horas de una votación en Cataluña que asombra y desorienta en el continente americano, ante la propuesta de secesión, aún cuando por allí tienen un caso con similares antecedentes históricos en el país menos pensado: Estados Unidos. País donde muchos, pese a que en cada conflicto militar en el que se involucra Washington aportan soldados; participan en campeonatos nacionales de todo deporte, o eventos de cualquier índole en que este representado ese país, siempre bandera en mano cantan de pie el himno nacional, a la vez son secesionistas que, como por aquí, no aceptan su derrota en la Guerra Civil concluida en 1865 y, repitiendo lo de Cataluña con la señera, o Euskadi con la ikurriña, exhiben la bandera confederada como provocación a Washington. E insisten con independizar Texas, Florida, Carolina del Norte, Tennessee, Georgia y Luisiana, (los perdedores de 1865), mas California, Hawaii, Alaska y Vermont; o sueñan fundar Repúblicas: Cascadia, Lakota y Nueva África. Pero todo es folklórico y limitado -aunque peligroso al existir asesinos fanáticos como en Charleston-, aun cuando año tras año lleguen a la Casa Blanca peticiones de independencia, pues hasta el político estadounidense mas separatista tiene clara visión, a presente y futuro, de las consecuencias para su Estado y sus ciudadanos: casi segura salida del dólar, pérdida de crédito interno y de respaldo para internacionales, asumir solos deuda externa y gasto público, implantación de tasas aduaneras, y éxodo de empresas, especialmente las contratistas del Gobierno central. Consecuencias comprendidas por Iñigo Urkullu en Euskadi pese a enarbolar aún la ikurriña, pero no por Artur Mas, cuyo capricho demuestra la incapacidad político-estratégica que le separa del lehendekari, de políticos estadounidenses y de países latinoamericanos con idéntico cargo representativo popular, que razonan como no lo hace el president de la Generalitat.
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