el charco hondo

Carnet

Parece ser que, recién cumplidos los dieciocho, Jesús sufrió un accidente. Fue un 12 de diciembre, en 2004. Entró en coma. Ha despertado once años después, el pasado 27 de agosto. Aficionado al tenis, siempre había tenido a Roger Federer en lo más alto de su particular galería de mitos. Recobró el conocimiento en vísperas del US Open, y cuando supo que once años después su ídolo seguía ahí, en lo más alto, jugando la final, no daba crédito. “Pensé que Roger se había retirado, me pareció increíble que once años después siguiera en activo; creí que me estaban tomando el pelo”, comentó, sorprendido. Cabe imaginar que algo muy similar habrá pensado cuando haya escuchado a Rajoy con eso de que los catalanes podrían perder la nacionalidad española. A Jesús le costará creer que Rajoy siga activo, en lo más alto, una década después; pero, sobre todo, pensará que están tomándole el pelo cuando escuche al presidente del Gobierno deslizando que la nacionalidad es de quita y pon. Pensará Jesús que, madre mía, igual la nacionalidad española se rige ahora, once años después, por el sistema de carnet por puntos de la DGT; que los españoles tenemos un número de puntos asociado a nuestra nacionalidad de origen; y que, a medida que vamos cometiendo infracciones tales como celebrar insuficientemente los goles de la selección o hablarnos sin gritar, nos van restando puntos hasta llegar a cero, momento en el que se procede a la retirada de la nacionalidad. Vale que el artículo 11 de la Constitución nos cuenta que ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad. Así es, claro que sí; pero ya se sabe que a veces el cuerpo se les pone naif, y nos representan la realidad partiendo de una deliberada ingenuidad.Vendría bien que alguien les regalara La identidad desdichada, de Alain Finkielkraut. En tanto, bien puede Jesús tomárselo con mucha calma. Cuentan que le ha sorprendido Djokovic, del que nada sabía. Qué cara habrá puesto al escuchar a Junqueras, Sánchez o Mas.