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De los cayucos a los ‘camiones patera’

El drama de los refugiados y la inmigración descontrolada ha acabado por explotarle en las manos a la Unión Europea. El éxodo del norte de África, multiplicado por el conflicto bélico en Siria, ha provocado que este fenómeno coja con el paso cambiado a las autoridades de los países comunitarios, que estos días improvisan medidas, se pierden en debates teóricos y se enredan en discusiones burocráticas, mientras la realidad marca los tiempos a una velocidad muy superior. Ahora que el problema alcanza el corazón del Viejo Continente, la Comisión Europea ultima un sistema permanente para la distribución de refugiados por los Estados. Mientras tanto, miles de hombres, mujeres y niños huyen desesperadamente de la guerra y el hambre, y las mafias se aprovechan de su situación. Esa película ya la hemos visto en Canarias.

La ruta de los cayucos, desde la costa occidental de África hacia el Archipiélago, generó entre 2005 y 2007 un flujo de inmigrantes, que ningún organismo nacional o europeo vio venir. El fenómeno cogió por sorpresa al Gobierno español y a la Comisión Europea. La imprevisión acabó pasando factura a la hora de dar una respuesta adecuada. Las Islas lo sufrieron en propias carnes.

[sws_grey_box box_size=”100″]Lanzarote. La Costa de Los Cocoteros, en Teguise (Lanzarote) sufrió una de las mayores tragedias de la inmigración. El impacto de una patera contra las rocas, a apenas 20 metros de la orilla, acabó con la vida de 25 jóvenes magrebíes en la noche del 15 de febrero de 2009. Solo seis sobrevivieron.[/sws_grey_box]

El blindaje de otras fronteras de la zona sur de Europa, el Estrecho de Gibraltar sobre todo, provocó que solo en el año 2006 arribaran al Archipiélago por mar 31.787 personas procedentes del continente vecino. Nunca podremos saber con exactitud el número de fallecidos, que fue, sin duda, el aspecto más trágico de esta realidad. La Media Luna Roja estimó una cifra superior a los 1.300 ahogados entre Mauritania y Canarias, desde octubre de 2005 a marzo de 2006. Otras fuentes calcularon que, en los dos años anteriores, habrían perecido 800 personas, de las cuales más de un centenar en naufragios próximos a las costas canarias.

El fenómeno de los cayucos dejó al descubierto la ausencia de una política de emergencia hacia África por parte España, pero sobre todo de la Unión Europea. El parcheo de medidas no atajó el caos; mientras la urgencia desbordaba a los equipos de salvamento y a las Fuerzas de Seguridad -en mar y en tierra-, se buscaba a contrarreloj apuntalar una solución a medio plazo con medidas más consistentes, aplicadas en origen. Durante varios meses Canarias, y especialmente la isla de Tenerife, donde llegaban la mayoría de embarcaciones, se vio impotente y clamó ayuda a los cuatro vientos. Cuando se adoptaron las primeras decisiones, la impotencia lo embargaba todo.

Una imagen que dio la vuelta al mundo en 2006: un grupo de bañistas auxilia a jóvenes subsaharianos en la playa de La Tejita. | ESTEBAN PÉREZ
Una imagen que dio la vuelta al mundo en 2006: un grupo de bañistas auxilia a jóvenes subsaharianos en la playa de La Tejita. | ESTEBAN PÉREZ

El 21 de mayo de 2006, en plena crisis de los cayucos, el Parlamento canario reclamó al Gobierno de España que la Armada ‘blindara’ las costas y pidió un fondo de emergencia de la Unión Europea. Al día siguiente, la vicepresidenta del Ejecutivo, Mª Teresa Fernández de la Vega, viajó a Bruselas para pedir ayuda en el control de la inmigración ilegal. En esas fechas, el Gobierno español aprobó el llamado Plan África, consistente en la apertura de nuevas embajadas en el continente y el fomento de negociaciones con los países para frenar la acción de las mafias.

Tras un verano en el que la situación parecía imparable -en un fin de semana llegaron a desembarcar 1.670 personas- la Unión Europea, a través del comisario de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, pactaba con el Gobierno español un plan conjunto de reinserción para repatriados en sus lugares de origen para el que Bruselas destinaría inicialmente 3´6 millones de euros.

[sws_grey_box box_size=”100″]Alta mar. Doce subsaharianos fallecieron al quedar su patera a la deriva durante varios días, cuando se aproximaban al Archipiélago. Milagrosamente, seis se salvaron. Fueron localizados el 20 de febrero de 2003 a 120 millas al suroeste de Gran Canaria. Estaban al borde de la muerte.[/sws_grey_box]

Las autoridades comunitarias tardaron varios meses en impulsar una medida que tuviera carácter disuasorio. Después de un nuevo repunte en verano del éxodo africano, el 12 de agosto de 2006 se activó la Agencia Europea de Fronteras (Frontex), un sistema de control que operó inicialmente sobre las costas de Mauritania, Senegal y Cabo Verde. Pero los medios resultaron insuficientes y las mafias continuaron campando a sus anchas y, además, utilizando cayucos cada vez más grandes. El mayor fue interceptado a 50 millas del sur de Tenerife y transportaba a 230 subsaharianos desde Gambia. Nunca se había visto nada igual.

El presidente canario, Adán Martín, habló de “estado de emergencia” y de “situación insostenible”, y demandó la creación de un gabinete nacional de crisis. En octubre de 2006, la encuesta del CIS ya colocaba a la inmigración como la principal preocupación de los españoles. Las imágenes de grupos de inmigrantes exhaustos tirados en las playas, atendidos por bañistas, conmocionaron a la población y dieron la vuelta al mundo. Esas fotografías revelaban otra lectura: la sociedad canaria superaba con nota el examen de solidaridad y madurez cívica.

[sws_grey_box box_size=”100″]La Gomera. El 11 de julio de 2008, Salvamento Marítimo socorrió a un cayuco que se aproximaba a Alajeró, en La Gomera. A bordo viajaban seis cadáveres y 59 supervivientes que relataron que otros siete cuerpos habían sido arrojados al mar. [/sws_grey_box]

El vicepresidente del Ejecutivo comunitario y comisario de Libertad, Seguridad y Justicia, Franco Fratini, admitió en mayo de 2007 que los medios para frenar la salida de embarcaciones desde África, en el marco del Operativo Hera resultaban insuficientes y pidió a Frontex, que coordinaba este dispositivo, que planteara a los estados miembros una mayor implicación, enviando más patrullas. Otra vez, la máquina de la burocracia se ponía en marcha para adoptar una medida que llegaba a destiempo.

Paralelamente, Canarias también tuvo que afrontar otro drama: el de los menores de edad (menores y embarazadas no podían ser expulsados). En 2007 llegaron a las costas canarias 756 y al año siguiente lo hicieron 813. El mayor pico de atenciones se produjo en septiembre de 2009, cuando se alcanzó la cifra de 1.404 tutelados en territorio insular. Después de pedir, casi suplicar ayuda durante meses, se suscribieron acuerdos con organizaciones humanitarias de otras comunidades autónomas para el traslado por grupos de los adolescentes africanos y, de esa forma, evitar un perjuicio de sus garantías asistenciales.

[sws_grey_box box_size=”100″]Barbados. En mayo de 2006 fue descubierto en la isla de Barbados (Las Antillas) una embarcación con 11 cuerpos momificados que correspondían a una expedición de inmigrantes que salió de Cabo Verde hacia Canarias y naufragó. Cuando se hizo a la mar transportaba a 47 personas.[/sws_grey_box]

La presidenta de la comisión del Consejo de Europa, la parlamentaria holandesa Corien Jonker se limitó a decir entonces que los estados de la Unión Europea tenían “el reto de articular respuestas globales”. El comisario europeo de Justicia, Libertad y Seguridad, Jacques Barrot, que había visitado en junio de 2009 el dispositivo de emergencias para la atención de menores extranjeros en Agüímes (Gran Canaria), incluyó la saturación de los centros canarios en la agenda de la Cumbre de Estocolmo, de la que saldría la elaboración de un plan de actuación. Pero la Unión Europea volvía a llegar tarde. La situación se fue normalizando. La crisis económica y el reforzamiento del operativo de Frontex, unido a los acuerdos alcanzados con varios países africanos, fueron mitigando el trasiego humano desde África a Canarias. Ahora falta saber hasta cuándo.