la matanza

El Consistorio reclama al Estado que cumpla con la Casa de Doña Sixta

Las obras para rehabilitar el inmueble, situado en el casco del municipio, comenzaron en 2010. | MOISÉS PÉREZ
Las obras para rehabilitar el inmueble, situado en el casco del municipio, comenzaron en 2010. | MOISÉS PÉREZ

“Que cumpla y vuelva a asumir las obras o bien, o en su defecto, que subvencione al Ayuntamiento de La Matanza de Acentejo con la cantidad necesaria para culminar los trabajos de la segunda fase”. Así de claro dejó en el último pleno el alcalde, Ignacio Rodríguez, lo que debe hacer el Gobierno central con la Casa de Doña Sixta, uno de los inmuebles más emblemáticos del municipio.

Se trata de un inmueble del siglo XVIII con predominio del tipismo canario que iba a albergar el primer hotel rural de la localidad, además de una escuela de hostelería y restauración.

No obstante, sus usos deberán ser definidos de acuerdo a las circunstancias del momento, ateniendo a sus potencialidades, al perfil rural del municipio y a las líneas de desarrollo determinadas para La Matanza. Sin embargo, lleva dos años en el olvido de la Administración estatal que en 2013 debido a la crisis y a la falta de inversiones retiró de los presupuestos generales la aportación que faltaba para culminar los trabajos de rehabilitación. Por tratarse de una inversión ya presupuestada y de unas obras ya iniciadas cuyos avances corren serio riesgo de perderse de continuar paralizadas, el Ayuntamiento solicita “que se cumpla con el compromiso adquirido por el entonces Ministerio de la Vivienda para ejecutar la segunda fase, cuya inversión asciende a 1.060.675 euros.

En caso de no poder hacerse, que se estudie la fórmula de conceder al Consistorio el importe de la dotación a efectos de que pueda terminar los trabajos.

El inmueble ocupa unos 3.000 metros cuadrados entre vivienda, bodega, cuadra y jardín. El nombre lo adquiere de su última propietaria, Doña Sixta, una mujer que perdura en el recuerdo de los matanceros por la sensibilidad y atención que siempre dispensó a los menos favorecidos.

Tras su fallecimiento la casa pasó a propiedad de sus herederos, que la habitaban por pequeñas temporadas y luego se cerró, lo que supuso que entrara en un estado de abandono que hubiera significado su ruina absoluta de no haber sido adquirida por el Ayuntamiento.

Por fortuna, el encontrarse inmerso en un entorno urbano, cerca de la parroquia El Salvador, la casona está protegida de posibles acciones vandálicas.