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Desde entonces, en Londres

1. En aquellos años en que yo frecuentaba Londres veía como, en los casinos de los clubes privados, dirigentes africanos se gastaban fortunas en la ruleta. Era impresionante. No había límite, se jugaba a tope y se perdía -más que se ganaba-, también a tope. Eran los 70, supongo que nada habrá cambiado. Se abusa de África y de sus pueblos. Hay muchas películas que hablan del sufrimiento de una pobre gente a manos de tiranos sin escrúpulos y de explotadores que roban sus riquezas. Vean, si no, Diamantes de sangre y otras parecidas. El éxodo africano, lo mismo que el éxodo del Medio Oriente es preciso combatirlos en origen. En destino es imposible. Llegará el momento en que no entrará ni un refugiado más. Hay embajadas de muchos países desplegadas por toda Europa que son verdaderos centros de negocios privados y no oficinas de representación diplomática. La corrupción y el descaro más absoluto anidan en ellas.

2. Yo andaba entonces en Londres por los mejores clubes privados, por razones que no vienen al caso. Conocí a mucha gente importante y vi cómo se las traían los sicarios africanos que visitaban la capital inglesa para dejar enormes fortunas en sus bancos, a salvo de las apetencias de las etnias y en nombre de sus jefes. Y, desde luego, se supone que se trataba de dinero del pueblo, de dinero público, el que se jugaba en esos casinos, a la vista de todo el mundo y ante la indiferencia de los socios. La actualidad me hace pensar que nada ha cambiado. Las guerras en activo no son otra cosa que un negocio: el de las armas y el del petróleo, entre otros. El fanatismo religioso es una tapadera. Es el dinero quien maneja el cotarro.

3. Pues claro que vivimos peligrosamente; y lo que nos queda. O los países del primer mundo se protegen y nos protegen o todo estallará por los aires. Pero repito que es preciso actuar en origen, sobre el terreno. Oriente Medio es un polvorín tradicional; pronto lo será, mucho más, África. Los conflictos se extienden en esta tercera guerra mundial, que será mucho más cruenta y brutal que las dos primeras. Y, si no, al tiempo.

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