Ligeros de equipaje

Detenerse

Corro hacia el trabajo, corro al salir de él, rápido al comer, rápido incluso al relacionarme con el otro, al escucharlo, al tocarlo. Date prisa que no llegas!!, anda pal cole, mira que llegas tarde!!. Vacaciones urgentes, ahora visitamos tal sitio y ahora visitamos tal otro…pero rapidito. Date prisa al tomarte la cerveza que se te calienta, o date prisa en comerte la carne que se te enfría. Todo da igual, excepto la urgencia con la que nos movemos. Incluso nuestro reposo es agitado: “he de dormirme ya”. Cuando pido, lo quiero para ahora mismo. Voy a dar una vuelta por mi pueblo o por mi ciudad, sin rumbo ni destino, pero camino ligero como un cohete. No disfruto, no me paro a sentir, ni contemplo, ni respiro, no me paro a escuchar los sonidos de mi entorno….solo movimiento agitado y frenético. Voy a un guachinche, devoro y a otra cosa. A la playa o al monte, pero ya estoy pensando que he de ir a tal sitio o a hacer tal cosa. Nunca estoy verdaderamente en donde estoy. Ando siempre corriendo y anticipando, sin darme cuenta que tanta urgencia me impide sentir verdaderamente la vida. Nos perdemos el momento presente. Intentamos constantemente ganarle unos segundos al tiempo, para qué? No sé, porque en efecto no los disfrutamos.

Con tanto movimiento nos acabamos sintiendo vacíos, porque a cambio del movimiento nos perdemos las sensaciones. Y te invito a que hagas una reflexión: trae a tu memoria un acontecimiento placentero, repásalo: ¿qué hizo ser tan entrañable ese momento? Uno de los elementos que le confiere su calidad de acogedor ha sido la huella que han dejado tus sentidos (olor, sabor, tacto, sonido, color) y no su velocidad. Disfrutar más. Poner consciencia en disminuir nuestra velocidad vital y prestar más atención a nuestros sentidos, va a hacer que disfrutemos más y nos sintamos realmente más vivos.

*PSICóLOGO