tribuna villera

Entre jesuitas anda Cuba

Cuba conoció la presencia de los jesuitas a lo largo de su historia colonial. Uno de ellos fue el profesor universitario Benito Viñes, un catalán de Tarragona que fue expulsado de la España peninsular por culpa de la intolerancia política en 1870. Llegó a Cuba y lo nombraron director del observatorio meteorológico del Colegio de Belén. Sus trabajos científicos le sirvieron para que después de las predicciones sobre los huracanes de los días 7 y 19 de octubre de 1870 se le conociera como el ‘Padre de los Huracanes’ en el mar de las Antillas, hasta el punto que sus observaciones y metodología fueron utilizadas hasta mitad del siglo XX por expertos de todo el mundo. Del padre Viñes oí hablar a su parienta Hortensia Viñes, recordada amiga y profesora universitaria, cuando fuimos juntos a Cuba para participar en el bicentenario de la visita de Alejandro de Humboldt a La Habana en 1800 después de su paso por Tenerife y Venezuela en 1799, y también en una jornada-homenaje a nuestra admirada poeta Dulce María Loynaz. Nos acercamos hasta la sede oficial de la sociedad meteorológica cubana y constatamos la importancia que Cuba le daba a Benito Viñes S.J. hasta el punto que celebra todos los años el premio que lleva el nombre del jesuita y sirve para estimular el estudio de la Meteorología Tropical. Es por tanto un profesor reconocido en el mundo de las ciencias naturales cubanas. Espero que esta apreciación nuestra sirva para que ahora los hermanos Castro, tanto Fidel como Raúl, estudiantes en el Colegio de Belén regentado antaño por los jesuitas, así como el Papa Francisco, también S.J, contribuyan al deshielo de las tensas relaciones entre el gobierno cubano y la iglesia católica, que se inició en 1998 cuando Juan Pablo II visitó La Habana tras la revolución castrista en 1959. Curiosamente Cuba conoció también en el siglo XIX el exilio de otros personajes que vivieron y vinieron de Canarias, y me refiero a Pedro Aubert. Un botánico francés que dio nombre al tajinaste azul en el Teide y junto con Sabin Berthelot, ambos masones, apostaron por un Liceo privado en La Orotava pero la intolerancia religiosa hizo que Auber se marchara a Cuba donde, gracias a recomendaciones de Berthelot y Humboldt, alcanzó la dirección del Jardín Botánico de La Habana. Fue en los años cuando el naturalista alemán escribió El ensayo político sobre la isla de Cuba, todo un clásico del americanismo, que de seguro sirve de antecedente para entender este encuentro jesuítico. Confiemos que no sea un lavado de 3.522 caras de presos, como en otras ocasiones. La historia lo dirá pero lo adelanto: “Entre jesuitas anda Cuba”.